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Laudes I oración de la mañana I sábado 23 enero 2021

Segunda semana del tiempo Ordinario.

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Laudes

¡Señor abre mis labios!

R/: ¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99:

Alegría de los que entran en el templo.

¡Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso!

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.

R/: ¡Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso!

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

R/: ¡Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso!

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre.

R/: ¡Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso!

“El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.”

R/: ¡Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

R/: ¡Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso!

Himno:

Padre nuestro, Padre de todos, líbrame del orgullo de estar solo.

No vengo a la soledad cuando vengo a la oración, pues sé que, estando contigo,

con mis hermanos estoy; y sé que, estando con ellos, tú estás en medio, Señor.

No he venido a refugiarme dentro de tu torreón, como quien huye a un exilio

de aristocracia interior. Pues vine huyendo del ruido, pero de los hombres no.

Allí donde va un cristiano no hay soledad, sino amor, pues lleva toda la Iglesia

dentro de su corazón. y dice siempre «nosotros», incluso si dice «yo».

Salmodia:

¡Por la mañana proclamaremos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad!

Salmo 91:

Es bueno dar gracias al señor y tocar para su nombre, oh Altísimo,

Proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad,

Con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.

¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!

El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores,

Serán destruidos para siempre.

Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados;

Pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.

Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano:

Plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios;

En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso,

Para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

¡Por la mañana proclamaremos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad!

¡Dad gloria a nuestro Dios!

Cántico:

Deuteronomio, capítulo 32, versículos 1 al 12.

Escuchad, cielos, y hablaré: oye tierra, los dichos de mi boca:

Descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío mi palabra;

Como llovizna sobre la hierba, como orvallo sobre el césped;

Voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a nuestro Dios.

Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos,

Es un Dios fiel, sin maldad; es justo y recto.

Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida,

¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato?

¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó?

Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas,

Pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán.

Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad, y distribuía a los hijos de Adán,

Trazando las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios,

La porción del Señor fue su pueblo, Jacob fue el lote de su heredad.

Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos:

Lo rodeó cuidando de él, lo guardó como a las niñas de sus ojos.

Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos,

Así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas.

El Señor solo los condujo, no hubo dioses extraños con él.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

¡Dad gloria a nuestro Dios!

¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!

Salmo 8:

Señor, dueño nuestro, ¡Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.

De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos,

Para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado,

¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad,

Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies:

Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo,

Las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar.

Señor, dueño nuestro, ¡Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

R/: ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!

Lectura Breve:

Romanos, capítulo 12, versículos 14 al 16 a.

Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis.

Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran.

Tened un mismo sentir entre vosotros, sin apetecer grandezas; atraídos más bien por lo humilde.

Responsorio Breve:

¡Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti!

R/: ¡Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti!

¡Mi lengua recitará tu auxilio!

R/: ¡Cuando salmodie para ti!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti!

Cántico Evangélico:

¡Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz!

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,

Suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,

Según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;

Realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza,

Y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,

Le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

Porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,

Anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,

Para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

¡Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz!

Preces:

Celebremos la sabiduría y la bondad de Cristo, que ha querido ser amado y servido en los hermanos,

Especialmente en los que sufren, y supliquémosle insistentemente diciendo:

¡Señor, acrecienta nuestro amor!

Al recordar esta mañana tu santa resurrección,

Te pedimos, Señor, que extiendas los beneficios de tu redención a todos los hombres.

Que todo el día de hoy sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano,

Y ofrezcamos nuestra jornada como un culto espiritual agradable al Padre.

Enséñanos, Señor, a descubrir tu imagen en todos los hombres,

Y a saberte servir a ti en cada uno de ellos.

Cristo, Señor nuestro, vid verdadera de la que nosotros somos sarmientos,

Haz que permanezcamos en ti y demos fruto abundante para que con ello sea glorificado nuestro Padre que está en el cielo.

Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu nombre,

Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,

No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. ¡Amén!

Oración:

Que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu honor,

Y ya que toda nuestra existencia es un don gratuito de tu liberalidad, haz que también cada una de nuestras acciones te esté plenamente dedicada.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

R/: ¡Amén!

Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.

Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra; vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos y después de este destierro,

Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, Oh clemente, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María.

¡El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna!,

R/: ¡Amén!

 

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