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¿Cómo escuchar la voz de Dios?

 

Silencio para escuchar la voz de Dios

Por: Nidia María Vargas Rendón

 

“Dios habla de muchas maneras, pero no nos damos cuenta” Job 33-14

Estamos demasiado ocupados, hay mucho ruido en el exterior, movimientos de la ciudad, los autos, las sirenas, gritos, algarabía, mensajes en las redes sociales, mensajes publicitarios, variedad de música a altos volúmenes, pluralidad de objetos innecesarios, atracciones, eventos, invitaciones a comprar, aparatos tecnológicos sofisticados…

Hay otro ruido, el interno, el de una mente llena de ideas que no paran, pensamientos que no cesan, angustian, preocupan, entristecen, esclavizan, hacen dudar, confinan al hombre en sus ansias de superioridad o quizás en las frustraciones por sueños y proyectos fallidos; también el ruido de la crítica, los señalamientos, metas que solo buscan alimentar el ego y en última instancia, asuntos planeados sin contar con la voluntad de Dios.

Embotados todo el día, la cabeza y los oídos, sólo se oyen palabras y mensajes de “apúrate, vas a llegar tarde” “falta hacer esto” o “por qué la actitud de aquel” “esto debería ser así” “por qué él y yo no”…

Escuchar la voz de Dios - padre Carlos Yepes

Esos ruidos, son los que impiden escuchar la voz de Dios, hay que bajar el volumen, la intensidad, disminuir un poco el paso, disfrutar cada sorbo de agua, sentir los latidos del corazón evitando que sean apresurados, respirar más hondo, porque allí muy en lo profundo está la voz del Señor, con un mensaje imparable, único, ancestral, pero renovado cada día para ti, en cada amanecer.

Quizás en tanto ruido exterior se pueda ver también la presencia Divina, en medio de la algarabía, en un mundo que aparentemente se ha olvidado de él, están los esfuerzos del hombre que lucha por sobrevivir, llevar alimento a su familia, cuidar su espacio, así mismo y con mucha fuerza habita Dios en los que sufren y esperan la caridad del hermano.

Te invito a que intentes escuchar, cierra más tus ojos, aquieta los pasos, evita tantos distractores visuales, habla menos, escucha más, aprende del silencio de tus mascotas y de las personas más humildes que encuentres en tu camino. Silencia tus pensamientos, reconcíliate con la paz que anida en tu alma, hazlo lentamente, día a día, con pequeños logros, que se van proyectando en la serenidad de estar permanentemente conectado con Dios, suelta tanto murmullo, aquieta tu espíritu y veras como se va transformando tu vida.

“Después Moisés, acompañado de los sacerdotes levitas, dijo a los israelitas: «Guarden silencio, israelitas, y escuchen”. Deuteronomio 27-9

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