Silencio para escuchar la voz de Dios
Por: Nidia María Vargas Rendón
“Dios habla de muchas maneras, pero no nos damos cuenta” Job 33-14
Estamos demasiado ocupados, hay mucho ruido en el exterior, movimientos de la ciudad, los autos, las sirenas, gritos, algarabía, mensajes en las redes sociales, mensajes publicitarios, variedad de música a altos volúmenes, pluralidad de objetos innecesarios, atracciones, eventos, invitaciones a comprar, aparatos tecnológicos sofisticados…
Hay otro ruido, el interno, el de una mente llena de ideas que no paran, pensamientos que no cesan, angustian, preocupan, entristecen, esclavizan, hacen dudar, confinan al hombre en sus ansias de superioridad o quizás en las frustraciones por sueños y proyectos fallidos; también el ruido de la crítica, los señalamientos, metas que solo buscan alimentar el ego y en última instancia, asuntos planeados sin contar con la voluntad de Dios.
Embotados todo el día, la cabeza y los oídos, sólo se oyen palabras y mensajes de “apúrate, vas a llegar tarde” “falta hacer esto” o “por qué la actitud de aquel” “esto debería ser así” “por qué él y yo no”…
