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Dios es nuestro alfarero

 

Dios trabaja todos los días en nosotros  

Por: Nidia María Vargas Rendón

 

“Bajé a la alfarería, resulta que el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno. El cacharro que estaba haciendo se estropeó como barro en manos del alfarero, y este volvió a empezar, transformándolo en otro cacharro diferente, como mejor le pareció al alfarero. Entonces me dirigió Yahvé la palabra en estos términos: ¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero?”

Jeremías 18 1-3

Estamos en las manos de Dios, él, nuestro alfarero, sabe lo que nos sobra o falta para que seamos arcilla ideal, con la cual pueda hacer una obra perfecta.

Eso duele, molesta, fricciona, incomoda, pero hace parte de lo que es necesario para purificar, depurar y acrisolar nuestro ser.  Así como crecer duele y madurar cuesta, también, poder ser maleable, dócil a lo que Dios quiere de nosotros, confronta la vida, remueve asperezas, nos obliga a sanar el pasado, plantearnos metas y cumplirlas; de la misma manera asumir compromisos, exigirnos a nosotros mismos, cuestionar las acciones, tomando decisiones que apoyen un proyecto de vida conforme a lo que nuestro alfarero quiere. Esto a veces no es coherente con lo que anhelamos, pues nuestra visión, como seres humanos, es limitada.

Alfarero - Padre Carlos Yepes

El alfarero por excelencia, en su labor de tornear su obra de arte, permite que nos cuestionemos la vida para sanar el corazón, aprendamos a dejar de hacer lo que nos gusta, para hacer lo que conviene según el plan divino; eso hace parte de ese proceso que hace él, para lograr su cometido: pulir, quitar asperezas, tornear, volver a hacer si se estropea el proyecto que ha soñado para nosotros sus hijos: que permanezcamos en su amor.

Si nosotros lo permitimos, Dios hace su obra, porque no sólo nos creó, sino que nos recrea día a día, con cada acontecimiento que vivimos, en cada amanecer cuando debemos enfrentar un mundo que es adverso, retador, difícil de comprender y asumir, con asuntos cotidianos que confrontan y exigen el máximo de nuestra disposición. Confiemos en Dios, nuestro alfarero y llenemos nuestra vida de esperanza en su amor y misericordia.

 

 

 

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