Dios trabaja todos los días en nosotros
Por: Nidia María Vargas Rendón
“Bajé a la alfarería, resulta que el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno. El cacharro que estaba haciendo se estropeó como barro en manos del alfarero, y este volvió a empezar, transformándolo en otro cacharro diferente, como mejor le pareció al alfarero. Entonces me dirigió Yahvé la palabra en estos términos: ¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero?”
Jeremías 18 1-3
Estamos en las manos de Dios, él, nuestro alfarero, sabe lo que nos sobra o falta para que seamos arcilla ideal, con la cual pueda hacer una obra perfecta.
Eso duele, molesta, fricciona, incomoda, pero hace parte de lo que es necesario para purificar, depurar y acrisolar nuestro ser. Así como crecer duele y madurar cuesta, también, poder ser maleable, dócil a lo que Dios quiere de nosotros, confronta la vida, remueve asperezas, nos obliga a sanar el pasado, plantearnos metas y cumplirlas; de la misma manera asumir compromisos, exigirnos a nosotros mismos, cuestionar las acciones, tomando decisiones que apoyen un proyecto de vida conforme a lo que nuestro alfarero quiere. Esto a veces no es coherente con lo que anhelamos, pues nuestra visión, como seres humanos, es limitada.
El alfarero por excelencia, en su labor de tornear su obra de arte, permite que nos cuestionemos la vida para sanar el corazón, aprendamos a dejar de hacer lo que nos gusta, para hacer lo que conviene según el plan divino; eso hace parte de ese proceso que hace él, para lograr su cometido: pulir, quitar asperezas, tornear, volver a hacer si se estropea el proyecto que ha soñado para nosotros sus hijos: que permanezcamos en su amor.
Si nosotros lo permitimos, Dios hace su obra, porque no sólo nos creó, sino que nos recrea día a día, con cada acontecimiento que vivimos, en cada amanecer cuando debemos enfrentar un mundo que es adverso, retador, difícil de comprender y asumir, con asuntos cotidianos que confrontan y exigen el máximo de nuestra disposición. Confiemos en Dios, nuestro alfarero y llenemos nuestra vida de esperanza en su amor y misericordia.