Quiero permanecer en ti
Por: Nidia María Vargas Rendón
«Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.» San Juan 15, 9-11
He escuchado esta semana en varias oportunidades la palabra permanecer, Jesús la repite tres veces. Me ha llamado la atención, estoy tratando de encontrar en ella un intersticio por donde profundizarla, y de tanto leerla me asaltan tres expresiones, Per: por completo, manecer: cada mañana, ecer: empieza a suceder.
La leo así: Por completo, cada mañana mi vida comienza a suceder para Dios. Cada instante, ojalá todo pensamiento, acto, pero también el desencanto, los fracasos en esta tarea diaria de perseverar, ser siempre fiel y aferrarme a él, porque es mi salvación, ante tantas situaciones que enfrento.
Siento la palabra permanecer, como la promesa que a diario le hago a mi Señor de estar con él, de no apartarme, decir su nombre cada cinco minutos, agradecer por cada sorbo de agua que refresca mi garganta, encontrar en todo acontecimiento su mano amorosa y su abrazo en las bendiciones que me regala el nuevo día.
Permanecer en el amor de Dios, va más allá de las emociones pasajeras, de las alegrías efímeras, de los momentos de extrema tensión en los que se implora su auxilio. Permanecer es estar ahí siempre, con la certeza de esa compañía Divina, en las pequeñas tareas y también en las grandes empresas que podamos emprender.
El anhelo de sentir siempre que Dios nos acompaña, que queremos buscarle, enamorarnos cada día más, con un amor que solo él nos da, porque frente a nuestra fragilidad y volatilidad de sentimientos, es su Gracia la que nos permite permanecer en su amor.
Danos la Gracia señor de permanecer, de no apartarnos, de seguir ahí, siempre con la esperanza puesta en tu amor.