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Fortalece tu relación con Dios

 

Calor espiritual

Por: Nidia María Vargas Rendón

 

“Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Apocalipsis 3:16


Compartiendo mi experiencia de vida con relación a la muerte de mi hijo, alguien me hizo una pregunta que me puso a reflexionar bastante, respecto de qué tan alejada estaba de Dios.

No me sorprendió la pregunta, tanto como lo hizo la respuesta, que fue inmediata, como si alguien hubiese respondido por mí. Hice alusión a una cita bíblica, que una de las religiosas que estaban presentes en la reunión, escribió en el chat de inmediato: Apocalipsis 3:16: “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”

Con relación a esto, hoy quiero compartir la tristeza, tan grande que sentí, por tanta tibieza espiritual, haciéndome además recordar el bello poema de San Agustín:

“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no existirían.

Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;
me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti”.

mujer orando - padre carlos yepes

Hoy siento que todos los días necesito más de Dios, tengo más ansias de buscarlo a diario, mirarlo en los rostros que pasan a mi lado. Creo que perdí mucho tiempo, en que no supe reconocer su voz en el latir del corazón de los seres que amo, en las aves que me saludan en la mañana y en el milagro de poder respirar cuando me levanto. Que tibieza, conformarse con la eucaristía dominical, pudiendo ir todos los días al Sagrario.

Que rico poder encontrar a Dios en cada esquina, en cada paso, bendecir y pronunciar su nombre, implorando su apoyo y su presencia, no para evitar lo que me duele, sino para que tenga la fuerza de enfrentar las tormentas que a diario debo vivir, mientras llega el día que, para toda la eternidad, con él me deba ir.

 

 

 
 

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