La tentación entre el tener, el poder y el placer
Desde pequeños somos programados en función de diferentes estándares del tener, atesorar, conseguir estatus. Somos tentados con expresiones como: “Estudia para que tengas mucho conocimiento”, “trabaja duro para que tengas la casa de tus sueños”, seguimos ciertas formas de actuar en busca de ganar el mundo, de experimentar, de sentirnos autónomos, con el poder y control total.
Somos los súper hombres y mujeres que conquistan todo, tenemos las respuestas a un clic, la tecnología nos brinda lo que queremos y vamos imponiendo nuestra moralidad y libertad.
La gran tentación de estos tiempos es que estamos en la era del “yo” donde todo gira en función de la gratificación. Yo soy lo más importante, si yo estoy bien, mi entorno está bien.
El “Yoismo”, por llamarlo de algún modo, defiende la importancia de sí mismo y ha fomentado el cuidado externo. Es una tentación que se camufla muy bien con la máscara del amor propio, de verse bien, para sentirse bien. Y en aras de ese propósito, se crea continuamente la necesidad de poseer o tener, enfocando todo este esfuerzo en la “felicidad”.
Es fácil caer en la tentación de creer que la felicidad está en satisfacer nuestros egos, instintos y pasiones a través del materialismo y del poseer, y en eso está la equivocación del ser humano.
Transfigurados o desfigurados
El mundo está configurando el cerebro humano alrededor del hacer y el tener, y el ser se ha desfigurado. El ser es el ítem de la tripleta que ha quedado rezagado, lo hemos embolsillado para que no hable, no opine, no se exprese. Y en ese silencio tentador hemos caído muchos.
El ser está insatisfecho y muy maquillado, para hacer creer que hay una plena satisfacción de la vida. Los feeds de redes sociales que actúan como vitrinas, muestran sonrisas, unas fachadas que hacen pensar que la narrativa de la historia es perfecta, pero lo cierto es que lo que se oculta es lo que está llevando a tantas personas a la ansiedad, depresión y estrés. En otras palabras, que caigamos en la tentación y lleguemos al pecado, donde la paga del pecado es la muerte.
Es aquí donde surge la pregunta, ¿por qué si el ser humano ha sido testigo de que no hay verdad en las promesas que hace el tentador, respecto a la felicidad que se encuentra al llegar a cada meta terrenal, sigue enfocando sus fuerzas en el hacer y tener?
O dicha esta pregunta de otra manera, y que ya la había hecho Jesús hace más de 2000 años. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?
Cuando centramos nuestra atención en las cosas del mundo de manera desmedida, corremos, sin lugar a dudas el riesgo de convertirnos en esclavos de nuestros deseos y apegos, y encontramos que nuestra vida se va transformando en un caos, que nada nos satisface, que nada nos llena.
Por eso hoy una expresión que dice: “el tentador promete, lo que no puede cumplir”, y nosotros compramos solo la primera parte del mensaje. “El tentador promete”, pero después, cuando ya le hemos abierto muchas puertas, no sabemos cómo reaccionar, cómo ver la verdad del asunto, como salir de todas aquellas promesas que nunca se cumplirán.
El mundo actual ha evolucionado tan vertiginosamente que ha distorsionado su propio sentido.
Ahora, lo que parece tener más valor y mover los corazones es la búsqueda constante de tener, al mismo tiempo, hemos caído en la trampa del hacer, de estar siempre ocupados en una pantalla, en un corre, corre de vida, de prisas, de multitareas, de respuestas inmediatas. En todo este ajetreo, hemos dejado de lado lo más importante: nuestro ser interior, que ha quedado relegado y silenciado, sin voz, ni capacidad de expresión.
¿Qué nos pasa?
Hemos sido tentados por el bienestar del tener
Hemos sido tentados y atraídos por la búsqueda de la felicidad en logros tangibles y externos, ignorando que la verdadera satisfacción se encuentra en el desarrollo interior, en nuestro ser auténtico y en vivir de acuerdo con nuestros valores y principios.
Entonces, surge una pregunta fundamental:
¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida?
De qué le sirve al hombre tener todo a sus pies si su alma está perdida…
En última instancia, solo nos llevaremos en este mundo las buenas obras que hayamos realizado.
Por eso hay que mirar más allá y descubrir nuestra vida interior.
Vivir para transcender, conectarnos con Dios y tener relaciones armónicas con los demás.
Vivir para alcanzar un crecimiento personal y espiritual.
No solo somos materia, somos también espíritu
Si vivimos solo para la materia corremos el riesgo de convertirnos en esclavos de nuestros deseos y apegos, y encontramos que nuestra vida se va transformando en un caos, que nada nos satisface, que nada nos llena.
Volvamos a nuestra esencia
La esencia del hombre es vivir con un propósito superior, conquistar su corazón, vivir en paz con los demás y comunicarse con Dios, hablar con ÉL, llenarse del amor de Dios.
La vida adquiere un significado más profundo cuando nuestra existencia se centra en vivir en armonía con Dios y en amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos.
Buscar una relación plena y satisfactoria con Dios no solo nos permite encontrar la verdadera felicidad, sino que también nos impulsa a buscar la paz y el bienestar de los demás, promoviendo valores como la solidaridad, la justicia y la compasión.
Por eso, uno de los fragmentos más importantes del padre Nuestro es “no nos deje caer en tentación”, pero muchas veces hacemos esta oración, pero no nos apropiamos con fe de cada expresión.
La premisa de la que tenemos que partir es que todos somos tentados, el mismo Jesús fue tentado, pero eso no significa que nuestra vida la determine la tentación, pues Dios nos llama a no tener miedo, a enfrentar y vivir una misión superior de amor, de servicio, y no podemos quedarnos en la superficie, debemos nadar en la profundidad de nuestro ser.
Tengamos presente, que Dios cuida nuestros pasos, obra en nosotros en todo momento, aunque no seamos consciente de su presencia, nos exhorta con amor e interpela nuestra conciencia, y nos invita a seguirlo.
En esta cuaresma
Analiza las tentaciones a las que fue expuesto Jesús, y te darás cuenta que todas se segmentan en el tener y en el poder.
En oración, enumera cuales son tus tentaciones más frecuentes, qué es aquello en lo que flaqueas fácilmente, y en vez de negarlo, resistirlo, culparte o alejarte de Dios, preséntaselo con fe, amor y humildad a quien puede darte la luz y sanarte de todas tus cegueras.
Ten presente, Dios cuida tus pasos, obra en ti en todo momento, aunque no seas consciente de su presencia, te exhorta con amor e interpela tu conciencia, evita que caigas y si lo haces, te sostiene. Te ama como eres y por lo que eres, y en la tarea de que no pierdas tu vida, hoy te recuerda que siempre te espera con los brazos abiertos para acompañar y guiar tu vida.