Papa Francisco y Cuaresma
A pesar de que en esta Cuaresma 2025 el papa Francisco ha estado hospitalizado por los quebrantos en su salud, desde el hospital Gemelli de Roma y a lo largo de todo su pontificado nos ha acompañado con mensajes que orientan nuestro peregrinar cuaresmal.
A continuación, citamos algunas de sus frases alusivas a la Cuaresma, la oración, el ayuno y la caridad.
Frases del papa Francisco en relación con la Cuaresma
La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo.
La Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma: la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.
En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo.
La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros.
El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos
La apariencia exterior, el dinero, la carrera, los pasatiempos: sirenas que nos encantan y luego nos envían a la deriva. La Cuaresma es un tiempo de gracia para liberar el corazón de las vanidades.
La cuaresma es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.
Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios hace nuevas todas las cosas (cfr Ap 21,1-6).
En la vida tendremos siempre cosas que hacer y tendremos excusas para dar, pero, hermanos y hermanas, hoy es el tiempo de regresar a Dios.
La cuaresma es un viaje que implica toda nuestra vida, todo lo que somos. Es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo.
El viaje de regreso a Dios se dificulta por nuestros apegos malsanos, se frena por los lazos seductores de los vicios, de las falsas seguridades del dinero y del aparentar, del lamento victimista que paraliza. Para caminar es necesario desenmascarar estas ilusiones.
La cuaresma es un abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás.
El Padre que nos llama a volver es Aquel que sale de casa para venir a buscarnos; el Señor que nos cura es Aquel que se dejó herir en la cruz; el Espíritu que nos hace cambiar de vida es Aquel que sopla con fuerza y dulzura sobre nuestro barro.
La Cuaresma es un tiempo de gracia, un tiempo para convertirse y vivir en coherencia con el bautismo.
Todos tenemos que mejorar, que cambiar para ser mejor, la Cuaresma nos ayuda a luchar contra nuestros defectos.
La Cuaresma es el tiempo para cambiar de rumbo, para reaccionar ante el mal y la miseria.
La Cuaresma es un periodo de penitencia destinado a hacernos resurgir con Cristo, a renovar nuestra identidad cristiana.
La Cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida.
Al comenzar la Cuaresma nos hará bien pedir la gracia de custodiar la memoria de todo lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas, de cuánto nos ha amado.
La Cuaresma es volver a descubrir que estamos hechos para el fuego que siempre arde, para Dios, para la eternidad del Cielo, no para el mundo.
La cultura de la apariencia, que nos induce a vivir para las cosas pasajeras, es un gran engaño. Porque es como una llamarada: una vez apagada, quedan solo las cenizas.
¡No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable de la Cuaresma! Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión.
La Cuaresma es el tiempo para reencontrar la ruta de la vida. El Señor es la meta de nuestro peregrinaje en el mundo: hay que trazar la ruta en relación a Él.
Si regresamos al Señor con nuestra fragilidad, si tomamos el camino del amor, abrazaremos la vida que no conoce ocaso. Y viviremos en la alegría.
En cuaresma actuar es también desacelerar, detenerse en la oración, y como el samaritano, detenerse ante el hermano herido.
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La oración nos une de nuevo con Dios; la caridad con el prójimo; el ayuno con nosotros mismos.
Frases del papa Francisco en relación con la oración
En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.
La oración abre la puerta a Dios, transformando nuestro corazón, tantas veces de piedra, en un corazón humano.
La oración es como el oxígeno de la vida.
La oración es atraer sobre nosotros la presencia del Espíritu Santo que siempre nos lleva adelante.es atraer sobre nosotros la presencia del Espíritu Santo que siempre nos lleva adelante.
La oración nos transforma: apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza para perdonar.
La oración nos ayuda a amar a los otros, no obstante, sus errores y sus pecados. La persona siempre es más importante que sus acciones, y Jesús no ha juzgado al mundo, sino que lo ha salvado.
La oración es la medicina de la fe.
Si dedicamos más tiempo a la oración, nuestro corazón puede descubrir las mentiras secretas con las que nos autoengañamos, y encontrar consuelo en Dios.
Mediante la oración aprendemos a renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y a declararnos necesitados del Señor y de su misericordia.
La Cuaresma nos invita a mirar hacia lo Alto con la oración, que nos libra de una vida horizontal y plana en la que encontramos tiempo para el yo, pero olvidamos a Dios.
Frases del papa Francisco en relación con el ayuno
Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.
Quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido.
El ayuno no se trata solo de ‘elecciones alimentarias’, sino de estilos de vida para los que hay que tener la ‘humildad’ y la ‘coherencia’ de reconocer y corregir los propios pecados.
El ayuno no es un simple sacrificio, sino un gesto fuerte para recordarle a nuestro corazón qué es lo que permanece y qué es lo pasajero.
El ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él.
El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento.
La Cuaresma es una llamada a detenerse, a ir a lo esencial, a ayunar de aquello que es superfluo y nos distrae. Es un despertador para el alma.
El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, nos recuerda que solo Dios sacia nuestra hambre.
El ayuno es fecundo si va acompañado del amor concreto por el prójimo, especialmente por quien padece dificultades.
Ayunar con un corazón orgulloso hace más mal que bien. El primer ayuno es la humildad.
El ayuno cuaresmal nos libra del apego a las cosas, de la mundanidad que anestesia el corazón.
Ayunar es también cambiar nuestra actitud hacia los demás y hacia las criaturas: de la tentación de «devorarlo» todo para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor.
Frases del papa Francisco en relación con la caridad
La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.
La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos.
Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad.
La Cuaresma es tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias, abrir el corazón al hermano que sufre.
El ejercicio de la limosna nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: lo que tengo nunca es solo mío.
¿Qué hacer para no juzgar, no condenar y perdonar? «Dad, y se os dará». Sed generosos en el dar no solo la limosna material, sino también la espiritual: dedicar tiempo a quien lo necesita, visitar a un enfermo, sonreír.
En este tiempo de Cuaresma también estamos invitados a mirar hacia los demás con caridad, que nos libra de la vanidad del tener, del pensar que las cosas son buenas si lo son para mí.
Dar limosna nos ayuda a salir de la necedad de vivir y acumular todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece.