Descubre los tesoros de este Sacramento
¡Cambien su manera de pensar y cambiaran su manera de vivir!
Todos en la vida tenemos elecciones y decisiones propias que marcan nuestro camino, buenas o malas
¿Pero cómo entender el Bien y el mal en nuestra existencia?
Ambos han coexistido a través de la historia.
El bien es manifestación del amor y de la bondad y el mal es la manifestación del engaño, de la mentira, del odio y de la división.
Siempre en el mundo ha habido una lucha permanente entre trigo y cizaña, entre construir y destruir, dos caminos opuestos que es importante diferenciar.
El mal es sugestivo, atractivo, seductor pero después somete, esclaviza y hace sentir que no podemos ser salvados, pero el Bien con su poder absoluto vence el mal y salva.
Dios, es el supremo bien, Él está por encima de todo mal y con la fuerza del Espíritu Santo, la confesión y la misericordia divina salva a todos los pecadores
En un mundo de miserias y pecados:
• Todos tenemos la oportunidad de la misericordia divina si realmente estamos dispuestos a arrepentirnos
• Todos tenemos el libre albedrío de elegir hacer el Bien y empezar de nuevo
• Todos podemos cambiar si queremos
La conversión nace de un corazón humilde, abierto y dispuesto a ser iluminado por Dios.
En el Bautismo, sacramento de iniciación cristiana, se nos purifica del pecado original, como signo de una nueva vida. Sin embargo, la condición humana, su fragilidad y debilidad, nos inclina nuevamente al pecado desdibujando el camino de libertad que Dios nos había trazado, generando así una lucha permanente entre el bien y el mal.
El Papa Francisco nos dirá que para apartarnos del mal no basta nuestro esfuerzo, se necesita un amor más grande. Sin Dios no se puede vencer el mal: solo su amor nos conforta dentro, solo su ternura derramada en el corazón nos hace libres. Si queremos la liberación del mal, hay que dejar actuar al Señor, que perdona y sana. Y lo hace sobre todo a través del sacramento de la Confesión
¿Por qué es tan importante la confesión?
La confesión es una auténtica celebración de la Misericordia de Dios, con ella obtenemos alegría, paz, amor y esperanza al obtener el perdón de nuestros pecados
Este sacramento, también es conocido como el sacramento de la penitencia, de la reconciliación, de la conversión.
La misericordia de Dios espera siempre a la puerta, con el anhelo de salir a nuestro encuentro, Él Señor no se cansa de perdonarnos, si sabemos volver a Él con el corazón arrepentido.
Es muy propio para el ser humano, intentar poner límites a la misericordia de Dios que es infinita. Razón tenía Santa Laura Montoya cuando decía: “He querido medir la misericordia de Dios y me he perdido en ella”.
Si supiéramos la grandeza y bendición que encierra el sacramento de la confesión, podríamos comprender que el amor de Dios es insuperable y que todos podemos acceder a él.
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¿Quién crea este Sacramento?
Jesús instaura el sacramento de la Confesión el mismo día de su Resurrección.
Cuando los apóstoles estaban encerrados orando, Jesús se les presentó en ese lugar y les dijo: “Así como el Padre me envió a Mí, así yo los envío a ustedes’. Dicho esto, sopló sobre ellos: ‘Reciban el Espíritu Santo; a quienes perdonen los pecados, les queden perdonados, y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” Juan 20, 21-23
Por este acontecimiento, es que los apóstoles y sus sucesores (Obispos y Sacerdotes), tienen el poder, dado por Jesucristo de perdonar los pecados del mundo.
Cuán importante es este Sacramento que Jesús se ocupa de entregarlo el mismo momento de su resurrección. En medio del miedo que estaban experimentando los discípulos en su encierro, él quería liberarlos de todo aquello que los esclavizara para cumplir con su misión.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral 1422, hace alusión:
«Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios, el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones«
¿Cómo confesarme?
Parte esencial del anuncio del Reino es el llamado a la conversión. Algunos dirán: ¿si Dios nos hace a su imagen y semejanza y recibimos el Sacramento de iniciación cristiana, que es el Bautismo, para qué tenemos que confesarnos?
Jesús, al hacerse hombre, entendió más que nadie la condición y la fragilidad humana, y fue testigo de las batallas internas del corazón y de los obstáculos externos que se deben afrontar.
La conversión es una tarea constante, por tal motivo, requiere de exámenes de conciencia habituales que arroje un diagnóstico hacía dónde va la vida, y fruto de ese examen, se dé el paso a la reconciliación.
Es morir al hombre viejo, lleno de egoísmos, rencores, envidias, odios, vanidades, ambiciones y renacer al hombre nuevo iluminado por la fe y el amor.
En ese sentido, te recomendamos tener presente los siguientes pasos para hacer una buena confesión:
1). Examen de conciencia:
Consiste en pensar en todos los pecados que se han cometido desde la última confesión.
2). Arrepentimiento:
Es tener conciencia del pecado y dolor por haberlo hecho lo que no es debido, o por haber dejado de hacer el bien, también llamado pecado de omisión
3). Propósito de enmienda:
Se relaciona con el compromiso personal de no volver a pecar.
Es el deseo libre y consciente, y que con la gracia de Dios puede combatirse.
4). Confesión:
Acto humilde de transmitir al sacerdote lo que se halló en el examen de conciencia
Frutos del Sacramento de la Confesión:
1) La conversión:
Es sin duda el fruto más grande de la confesión.
La conversión es un cambio decisivo de visión y de actitud frente a la vida y se da paulatinamente, cada día, requiere esfuerzo y oración.
2) Fortaleza para enfrentar la tentación:
La fuerza para comenzar de nuevo siempre viene de Dios, quien va llenando el tanque de la perseverancia con deseos inquebrantables y sinceros de vivir con los ojos puestos solo en Él.
3) Docilidad para perdonar:
Al recibir el perdón de los pecados y la misericordia de Dios, nos vamos volviendo más sensibles y capaces de ser también misericordiosos con el hermano.
4) Ser muy amigo de Espíritu Santo:
Jesús nos dejó como regalo el Espíritu Santo, quien obra en nosotros y suscita la decisión de conversión. Por eso, es indispensable clamar su acción en nosotros para llevar una vida cristiana consciente y capaz de agradar a Dios.
5) Salud Espiritual:
Con el perdón de los pecados, se empieza a recobrar la armonía espiritual o lo que muchos llaman una “resurrección espiritual”.
El misterio de este sacramento:
Son muchos los testimonios que se han escuchado a lo largo de la historia, después de llevar a cabo la Confesión.
Hoy, ese misterio está más vigente que nunca en cada confesionario donde la gracia de Dios espera ser derramada en quienes con fe, acudan a este Sacramento.
«Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad» (Catecismo Romano, 2, 5, 18)
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