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María Auxiliadora, ruega por nosotros

Historia de la Devoción

María Auxiliadora es una de las advocaciones más importantes de la Virgen María. El primero en llamarla «Auxiliadora» fue San Juan Crisóstomo en el año 345, desde Constantinopla. Él manifestaba: «Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios».

En el año 749, fue la primera vez que se escuchó la jaculatoria: «María Auxiliadora, rogad por nosotros» oración tan querida por los fieles del mundo entero, para pedir el Auxilio de María, y el primero en pronunciarla fue San Juan Damasceno.

El papá Pio V, propuso que se rezara en las letanías, la jaculatoria que había mencionado San Juan Damasceno. Todo esto, a causa de una Guerra Naval icónica que se documenta desde la historia, la geopolítica y la religión cristiana, pero que, desde la última perspectiva (la cristiana), marcó una huella crucial, porque más que un territorio, estaba en medio toda la cultura.

Para ese entonces, mientras acontecía la Batalla, rezaron el Rosario, y Nuestra Señora libró prodigiosamente la Batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571, que amenazaba con destruir a los cristianos, por un ejército mahometano.

Seguido a esta victoria, los católicos del Sur de Alemania, prometieron honrar a la Virgen también con la advocación de “Auxiliadora” si los defendía de la invasión de los protestantes y se terminaba la guerra de los 30 años. Y gracias a este auxilio, se forjaron muchas capillas alusivas a: María Auxiliadora de los cristianos.

La celebración de esta fiesta un día como hoy, 24 de mayo, se debe al Papa Pío VII, quien, en 1814, estaba en prisión bajo el régimen del general Napoleón, y le hizo la promesa a María Auxiliadora que el día que fuera liberado y llegara a Roma, lo declararía Fiesta en su honor. Desde entonces, este día es celebrado.

Sin lugar a dudas, la persona que más ha influenciado en la propagación de esta devoción es san Juan Bosco, a quien en 1960 la Santísima Virgen se le aparece y le dice que quiere ser honrada como “Auxiliadora” y le indica que construya un templo en su nombre en Turín, Italia.

Este santuario fue construido durante cuatro años, y san Juan Bosco menciona que «cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen».

María Auxiliadora - padre Carlos Yepes

La Santísima Virgen María, es Auxiliadora

Hay muchas razones que nos llevan a entender por qué María es intercesora ante las necesidades del mundo.

Ella, poseedora de grandes virtudes, es auxilio del cristiano.
Grandes santos que han amado a María resaltan sus innumerables virtudes. A continuación, mencionamos algunas, que nos dan pistas del por qué María nos auxilia.

1). Humildad profunda.

Su actitud de humildad, la lleva a reconocer que todo el honor, la gloria y la honra le pertenece solo a Dios. Ella nunca se jacta de los favores que, con tanto amor, le entrega a su Hijo, pues bien sabe ella que solo son concedidos si cobijan la voluntad de Dios.

La mirada de Dios se posa con dulzura en María, quien con tanto amor solo busca que su Hijo sea amado y conocido por todos.

María es la más humilde de todas las criaturas porque está dispuesta a ayudar a los demás. Ella no solo le sirvió a su prima Santa Isabel, sino que sigue siendo instrumento de Dios en la vida de quien pide su intercesión y auxilio.

2). Su fe viva.

La fe de María siempre ha sido uno de los más grandes ejemplos a seguir. Ella no vacila, siempre cree.

Es la primera en profesar su fe y demostrar que confía sin reservas en la obra del Señor.

La fe de María no tiene límite, ella siempre está en acción, dando testimonio de lo que significa estar siempre en camino, con los ojos puestos en Jesús.

María alimenta su fe con oración ferviente y lo sabe esperar todo del cielo.

3). La obediencia.

Sin duda, una de las llaves que abre el corazón de Dios es la obediencia. María sabe que debe abandonarse a la voluntad de Dios.

Su obediencia nos enseña rectitud y perseverancia. Nos demuestra su capacidad de escucha para descifrar los planes celestiales y ponerlos por obra en su vida.

Ella es enfocada y tiene como norte, no solo su camino hacia el Cielo, sino que nos quiere llevar a cada uno hacia allí.

María sabe que, para obedecer, debe escuchar la voz de Dios, ser muy sensible a sus mensajes, conservándolos en su corazón y en completa disposición para aceptarlos y dar saltos de fe.

4). Oración continua.

Para que María pueda auxiliarnos ante el Padre, necesita una relación constante con Él. Es decir, hablarle con nombre propio de aquel que necesita un favor.

La oración permanente de María demuestra su vida espiritual ligada al Señor.

No solo hace eco en la oración de su vida personal, sino que arropa cada necesidad del ser humano y la pone a los pies de Jesús.

No en vano, se resalta en el Evangelio que el primer milagro de Jesús se haya dado después de que María se dirigiera a Él con preocupación al decirle que los novios «no tienen vino».

La intervención de María en el primer milagro de su Hijo no es casualidad, ni accidental. El momento de las bodas de Caná pone en manifiesto el papel cooperador de María en la misión de Jesús.

La oración constante es la que le brinda a María su confianza en el Señor Jesús, ella sabe que, ante las vicisitudes y necesidades, solo debe acudir al centro, al dueño del don.

5). Mortificación universal.

Esta virtud es una de las más bellas, porque nos hace conscientes de que María se sacrificó en todo momento.

Ella es una mujer abnegada por amor. Todo lo ha direccionado siempre hacia el centro, que es Jesús, y nos ha enseñado que hacía allí debemos tener fija la mirada.

6). La pureza divina.

María intercede para que la pureza de nuestro corazón esté protegida. Ella sabe que una de las estrategias del enemigo es hacer que las personas pierdan la limpieza de su alma y del espíritu, que se entretengan en los devenires de la cotidianidad y que la mancha causada por el pecado sea tan sutil como imperceptible.

María nos acerca a Jesús en el momento que ora por nosotros, sobre todo cuando lo hace por nuestros pecados. Por esto cobra tanta importancia que con fe profunda podamos orar en el Ave María: “ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de la muerte”.

Ella le pide a Jesús que nos dé conciencia de pecado para entender todo aquello que nos aleja de su presencia.

7). La caridad ardiente.

Jesús nos amó hasta el extremo, y su madre lo acompañó en cada una de las etapas, desde el inicio, hasta su finalidad.

Jesús tenía claro su propósito de vida. Él hizo siempre la voluntad de su Padre, pero muchas de las cosas que aprendió, lo hizo a través de su madre. Ella le enseñó los principios rectores de la vida.

El amor que siempre rodeo a la familia de Nazareth tenía como centro a Dios, y cuando se edifica sobre la roca, se ven frutos, no solo internos (en el hogar) sino externos (con los demás).

El amor real siempre se traduce en obras, no se queda solo en palabras. Por eso, para María es tan fácil expresar su caridad, y nos auxilia para que también podamos ser claro reflejo del amor que hemos recibido, donándolo a los demás.

8). Paciencia heroica.

María nunca se desesperó, no perdió su esperanza, porque sabía muy bien en quien había puesto su confianza.

María lo esperaba todo de Dios, y bajo esa certeza, condujo siempre su vida.
Ella es la madre que con su ejemplo nos ratifica que; con Dios todo, sin Él nada.

Ella ora pacientemente por nosotros para que no se aflija nuestro corazón, y podamos creer y creerle a Dios

9). Su dulzura angelical.

Ante la fragilidad del ser humano, el amor maternal de María nos conduce a los brazos del Padre. Ella como madre, sabe que el ser humano es un sediento de amor que busca llenar el vacío del corazón.

Su dulzura angelical nos impregna de ternura, nos reconcilia y nos lleva a desear los manjares del cielo.

Ella es consciente de que la palabra oportuna, dicha de manera amable, mueve más que mil razones expuestas de manera hostil.

10). Su sabiduría.

El auxilio de María se enfoca, sobre todo, en clamar sabiduría para nuestra vida.

Ella sabe que cuando el Espíritu Santo se posa sobre alguien, se es capaz de discernir lo bueno, lo agradable y lo perfecto.

La presencia de María, trae consigo el regalo del Espíritu Santo. Dos ejemplos puntuales los hallamos en Santa Isabel y Pentecostés. Es en el momento en que María está presente, y pide auxilio para los cristianos, que hay una nueva efusión del Espíritu Santo que se traduce en nueva vida.

Por eso, en este día, digamos con fe: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”.

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