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Natividad de la Virgen María

Especial de la Niña María

Cada 8 de septiembre, la Iglesia católica, celebra de manera universal, el nacimiento o natividad de la Santísima Virgen María.
Se hace exactamente nueve meses después de la solemnidad, de la Concepción Inmaculada de la Virgen, el 8 de diciembre.
Esta memoria litúrgica con carácter de fiesta tiene su origen hacia el siglo V en la ciudad de Jerusalén, y concretamente la llamada basílica de santa Ana, en donde ya se celebraba desde esa época la fiesta del nacimiento de la Bienaventurada Virgen María.
Esta fiesta fue luego incluida en el llamado calendario tridentino, y ha permanecido prácticamente igual hasta nuestro tiempo.

Pero ¿históricamente de dónde viene esta celebración? Las primeras menciones de esta fiesta mariana nos llegan por medio del llamado proto evangelio de Santiago, es un evangelio apócrifo no canónico; además nos llega también a través de múltiples testimonios que datan de los años 400 a 600, después de Cristo, y que han sido confirmados por numerosos hallazgos arqueológicos, según estos debió existir una catedral en honor de María Santísima, junto a la llamada piscina probática.

Encontramos como en el testimonio del patriarca Sofronio de Jerusalén del año 603, se afirma precisamente el lugar exacto donde nació la Santísima Virgen María, madre de nuestro Salvador. Sabemos que la Bienaventurada y Gloriosa María siempre Virgen, salió del tronco real de la familia de David, nació en la ciudad de Nazaret, y fue educada en Jerusalén. Pero, dejemos que sea el proto-evangelio de Santiago el que nos hable precisamente de los detalles del nacimiento de la Virgen. En efecto dirá: sus padres fueron Joaquín y Ana.

Joaquín era un hombre rico, que en extremo gustaba de dar ofrendas dobles a los pobres diciendo: “el excedente de mi ofrenda será para todo el pueblo y lo demás lo ofrezco en expiación por mis faltas para el Señor”, Ana por su lado, que era la esposa de Joaquín, nos dice el proto-evangelio de Santiago, era una mujer estéril, que no había podido darle hijos, convirtiéndose esta justamente en la razón de sus dolores, pues Joaquín se convertía en el primero que no había podido engendrar en Israel vástago de posteridad.
Continúa el relato del proto-evangelio de Santiago diciéndonos: que Joaquín apesadumbrado, se retiró al desierto, armó su tienda y allí ayunó durante cuarenta días diciendo: “no comeré, ni beberé, hasta que el Señor mi Dios me visite, y la oración será mi comida y mi bebida”.

Esto entristeció muchísimo a Ana, quien ahora se lamentaba: “lloraré mi viudez y lloraré también mi esterilidad”, y Ana, la madre de la Virgen, sumamente afligida, se despojó de sus vestidos de duelo, se lavó la cabeza y se puso su traje nupcial, y hacia la hora de nona, (esto es tres de la tarde), bajó al jardín para pasearse y vio un árbol de laurel, y se colocó bajo su sombra y rogó al Señor Dios de la vida, diciendo: “Dios de mis padres, ¡bendíceme y acoge mi plegaria como bendijiste las entrañas de Sara y le diste a su hijo Isaac!”. Entonces, continúa diciéndonos el proto-evangelio de Santiago, el Ángel del Señor, habló a Ana y le dijo: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado y atendido tu súplica, concebirás y parirás y se hablará de tu primogenitura en toda la tierra”, y Ana respondió al Ángel: “tan cierto como el Señor mi Dios vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón sea mujer, lo llevaré como ofrenda a la casa del Señor mi Dios y permanecerá en su servicio todos los días de su vida”.

Y aconteció, y así termina el relato del proto-evangelio de Santiago, a los meses, se cumplieron los nueve meses, y dio a luz y preguntó a la partera: ¿Qué he parido?, y la partera le contestó: ¡una hermosa niña! Y Ana repuso, mi alma se ha glorificado en este día, y acostó a la niña en su cama y transcurridos los días mandados por la ley, Ana se lavó, dio el pecho a la niña y la llamó, María.

Hoy le damos gracias al Señor por esta fiesta mariana, damos gracias a Dios por la plegaria que escuchó de la madre de la Santísima Virgen María, santa Ana que convirtió su esterilidad en fecundidad, y ha mostrado como la obra, el proyecto de Dios de darnos al Salvador, nace precisamente de imposibles humanos.

Jesús es en efecto, el nieto de una abuela estéril parecía precisamente una descendencia imposible, pero nos recuerda el pasaje de la Anunciación de Lucas que lo que, para el hombre, humanamente es imposible, para Dios es posible, si lo pedimos en Fe, humilde, confiada, perseverante, en oración.

Hoy culminemos nuestra reflexión, orando precisamente a santa Anna por todas aquellas mujeres, que tal vez, preocupadas por su esterilidad buscan el regalo de un hijo, el don de la maternidad, precisamente la luz de la fecundidad. 
En oración, oremos a santa Ana para que muchas madres puedan concebir un hijo.

Oh, santa Ana, en honor al Padre Celestial, pido que me concedas mi mayor deseo: la gracia de ser madre.
Oh, Gloriosa santa Ana tú que tienes el don de la paz, te pido humildemente que intercedas por mí en la colaboración y creación de un nuevo ser en mi vientre, producto de tu amor, de tu amparo y de tu divina voluntad.
Te pido santa Ana que bendigas el cuerpo de mi amado ser, el niño que deseo que nazca y mi propio cuerpo, para que reine la armonía y la fertilidad irrumpa en mi cuerpo.
Te pido, Gloriosa santa Ana que me des la actitud y voluntad que necesito para que mi camino hacia la maternidad sea positivo, bajo el amor y la dulzura.
Dios te bendiga santa Ana.
Así sea.

Especial de la Niña María en su natividad 

 

 

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