Domingo de Resurrección
Jesús resucitó y no es una utopía, Jesús resucitó y no es solo una expresión, Jesús resucitó por el poder de Dios, y con Él hemos resucitado cada uno de nosotros. ¡Es pascua!
“Si nuestra esperanza en Cristo solamente vale para esta vida, somos los más desdichados de todos. Pero lo cierto es que Cristo ha resucitado. Él es el primer fruto de la cosecha: ha sido el primero en resucitar”. 1 corintios 15, 19 -20
Jesús es el signo del amor eterno de Dios, y por Él y en Él se da cumplimiento a todas las promesas de Dios.
Para la fe cristiana, el centro y razón de la fe es la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo. La cruz y la resurrección están unidas, porque no hay resurrección sin cruz y no hay cruz sin resurrección.
Pero, ¿cómo pasar del dicho al hecho? ¿cómo experimentar a Jesús resucitado?
Debemos partir de la certeza de que la resurrección es una experiencia de fe. Es fundamental creer para poder ver, conocer y experimentar.
La resurrección de Jesús (Pascua del Señor) que se conmemora hoy en el gran Domingo de Resurrección, no es algo que se experimenta cíclicamente o de manera circunstancial, la Resurrección en y con Cristo es un estado permanente que nos exhorta a permanecer en su amor y no volver atrás.
Pero ¿qué significa la resurrección de Jesús más allá de las narrativas religiosas? ¿Es acaso un recordatorio de nuestra propia capacidad para renacer de nuestras cenizas? ¿O es un símbolo de la eterna lucha entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad que habita en cada uno de nosotros?
¿Cómo reconocer a Jesús resucitado?
Por los signos de vida:
Cuando las mujeres van a la tumba de Jesús con los perfumes que habían preparado, la encuentran vacía. Allí unos ángeles les dijeron: «- ¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?» San lucas 24, 5
Y esa es la pregunta que nosotros debemos hacernos. ¿Dónde estamos buscando a Jesús? Quizá llevamos mucho tiempo intentando encontrarlo, pero las realidades de pecado, de apatía frente a lo sagrado, de resentimiento, no lo han permitido.
Probablemente de alguno de esos lugares oscuros nos ha sacado Jesús, pero de inmediato nos ha trasladado a un lugar de luz donde podamos conocerle, amarle y servirle. No podemos pretender ver signos de vida donde hay muerte espiritual y donde se desdibuja el sentido de plenitud que Jesús trae con su resurrección.
Cristo venció la muerte, y así mismo quiere vencer nuestros sepulcros para que lo amemos en espíritu y verdad y no sigamos en las tinieblas de la desesperanza.
Bien lo decía San Pablo en Gálatas 2, 20 “Ahora ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”
Por eso, a Jesús resucitado lo reconocemos cuando lo buscamos en la Eucaristía, en su Palabra, en la oración, en la naturaleza, en la Iglesia, en la familia, en los demás.
La crisis, el sufrimiento y el dolor nos deben servir como referente para interiorizar la resurrección del Señor, para tener esperanza, para vivir la pascua, sin quedarnos allí anclados buscándolo en su muerte.
La piedra se corre del sepulcro:
En otras palabras, el corazón de piedra se transforma en un corazón de carne, como lo menciona Ezequiel 36, 26 “pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil”.
Jesús resucitado nos llena de sensibilidad y apertura para permitirle que Él obre en nuestra vida, nos da esperanza para vivir.
Las mujeres que fueron al sepulcro encontraron la tumba vacía, y pudieron verlo porque la piedra estaba corrida. Y así mismo será en nuestra vida. Podremos ser testigos de la resurrección de Cristo, de la Pascua del Señor cuando la dureza del corazón sea moldeada. Cuando ese bloqueo interior que hemos mantenido, sea derrumbado, y finalmente haya un terreno dispuesto para la siembra buena y fértil.
Recordar su obrar:
Las mujeres que fueron al sepulcro, no entendían lo que estaba pasando, y en ese momento los ángeles les dijeron: “No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: que el Hijo del hombre tenía que ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría”. Lucas 24, 6-8
Una manera de reconocer a Jesús resucitado y vivir la pascua es recordando sus palabras, sus acciones, sus promesas. No olvidemos nunca el obrar del Señor y mantengamos viva la esperanza.
Permitamos que Jesús resucitado pase por nuestro corazón, es tiempo de pascua, de renacer a la esperanza.
Contar las maravillas del Señor:
Sabemos que Jesús ha resucitado, démosle a Él toda la gloria de todos los aspectos de la vida. No podemos callarnos de aquello que hemos oído, visto y experimentado. ¡Aleluya, Aleluya!
Reconocernos de barro y con un corazón humilde, nos permitirá quitar el velo que nos impedía ver al Señor.
Todo lo narrado por los evangelistas es un testimonio real y verdadero de Jesús, y cada uno de nosotros puede ser también testimonio cuando le permitimos a Jesús obrar en nuestra vida y después nos convertimos en portadores de esa buena noticia.
Las mujeres que fueron al sepulcro, después de que recordaron lo que Jesús había dicho, corrieron a contar todo lo que habían visto, en otras palabras, fueron las primeras en dar testimonio de la resurrección de Jesús.
“Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a todos los demás”. Lucas 24, 8-9
A qué nos invita Jesús resucitado:
La aurora despunta en la mañana con un susurro de esperanza. Es el Domingo de Resurrección, es pascua, el día en que Jesús ha vencido la muerte, la luz opaca a la oscuridad, la vida renace con frutos de alegría y esperanza.
Es el culmen de la fe cristiana, el resplandor del alba, el apremiante tiempo de pascua esperado, el dulce momento que consuela y da esperanza.
Evidentemente, nos damos cuenta de que, al igual que Jesús, estamos destinados a encontrar la muerte en algún momento de nuestras vidas. Sin embargo, la resurrección nos recuerda y nos invita a tener la certeza de que la muerte no tiene la última palabra. En la oscuridad de la tumba, encontramos la promesa de una nueva vida, una vida más plena y significativa, de más esperanza y fe.
La resurrección, también nos invita a reflexionar sobre nuestra vida y nuestros propios desafíos. Nos exhorta a encontrar la fuerza para superar nuestras pruebas más difíciles, sabiendo que, al final del camino, la luz brillará sobre nosotros una vez más.
En este Domingo de Resurrección, nos sumergimos en la profunda contemplación de la vida, la muerte y el renacimiento de la esperanza.
Que, en este día sagrado, encontremos el coraje para abrazar la verdad de nuestra propia resurrección, y hallemos paz y consuelo en la promesa de una vida que trasciende la muerte.
Exhortemos con alegría y júbilo en este domingo de resurrección o Domingo de Pascua:
Verdaderamente ha resucitado el Señor, aleluya.
A Él la gloria y el poder por toda la eternidad, aleluya, aleluya.
Oremos
Resucitó el Señor, Aleluya !
Resucitó el Señor.
Tú eres el fuego del amor que incendia nuestros corazones.
SEÑOR, que resuciten mis manos para que sean delicadas y sepan dar.
SEÑOR, que resuciten mis ojos para que sepan ver al necesitado
y para que los demás se sientan felices por mi modo de mirarles.
SEÑOR, que resuciten mis oídos para que sepan oír tu voz
y no queden sordos a las voces que llaman y piden comprensión.
SEÑOR, que resucite mi boca para que dé testimonio de Ti
y consiga despertar sonrisas.
SEÑOR, que resucite mi corazón para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio, que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría con un gran amor.
SEÑOR, dispón de mí con todo lo que soy y con todo lo que tengo.
Que mi vida tenga el sello de Jesús Resucitado.
Amén..»