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Solemnidad de todos los Santos.

Fiesta de todos los santos

La fiesta de todos los Santos es celebrada hoy 1 de noviembre en la Iglesia Católica.

La liturgia católica ha dedicado esta Fiesta especial a hacer presentes en nuestra memoria a todas aquellas personas que, superando la debilidad y las tentaciones, fueron dóciles a la acción del Espíritu Santo y ahora comparten la gloria de Cristo.

Recordamos, pues, que los santos son todas aquellas hijas e hijos de Dios que vivieron la fe, la esperanza y la caridad siguiendo el ejemplo de Jesús, y que practicaron en modo eminente las Bienaventuranzas descritas en el Sermón de la Montaña. (Mt 5, 1-12).

Hoy, el Pueblo de Dios se alegra por el triunfo de todos sus hermanos y hermanas que han trabajado, no sin fatiga, y a veces pagando con el precio de la vida, por la construcción del Reino de Dios, es decir, por la edificación de una nueva civilización donde reinen la justicia, la verdad, la fraternidad y la libertad de los hijos de Dios en la concordia y la paz.

La historia de esta celebración se remonta a la iglesia primitiva que solía elogiar el aniversario de la muerte de los mártires.

El papa Bonifacio IV comenzó a celebrar el Día de Todos los Santos, el 13 de mayo del año 609 cuando dedicó el Panteón en Roma como una iglesia en honor de todos los mártires y la Virgen María.

Posteriormente, Gregorio III durante su reinado (731-741 ), oficializó como fecha el 1 de noviembre para coincidir con la consagración de la capilla de San Pedro dedicada a las reliquias «de los santos apóstoles y de todos los santos mártires”

Si bien esta celebración inició en Roma, más tarde en el año 837, el Papa Gregorio IV, extendió la celebración de esta importante Fiesta Litúrgica, también llamada «Pascua de Otoño», a toda la Iglesia.

La memoria litúrgica hace reconocimiento de todos aquellos seres humanos que están unidos a Cristo en la gloria, y que viven en la eternidad de esta condición de bienaventuranza, ellos han alcanzado la meta de salvación y nos invitan a un camino de imitación de virtudes de Jesús.

El Papa Francisco dirá en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate:

El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes,
en el santo pueblo fiel de Dios, porque «fue voluntad de Dios
el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente,
sin conexión alguna de unos con otros,
sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad
y le sirviera santamente»

«No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados.

Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente:
en los padres que crían con tanto amor a sus hijos,
en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa,
en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo.

En esta constancia para seguir adelante día a día,
veo la santidad de la Iglesia militante.

Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado»,
de aquellos que viven cerca de nosotros
y son un reflejo de la presencia de Dios,
o para usar otra expresión, «la clase media de la santidad».

Pensemos, como nos sugiere santa Teresa Benedicta de la Cruz,
que a través de muchos de ellos se construye la verdadera historia:
«En la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los santos.
Sin embargo, la corriente vivificante de la vida mística permanece invisible.

Seguramente, los acontecimientos decisivos de la historia del mundo
fueron esencialmente influenciados por almas
sobre las cuales nada dicen los libros de historia.
Y cuáles sean las almas a las que hemos de agradecer
los acontecimientos decisivos de nuestra vida personal
es algo que solo sabremos el día en que todo lo oculto será revelado».

La santidad es el rostro más bello de la Iglesia.

Tu misión en Cristo
Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra
sin concebirla como un camino de santidad,
porque «esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Ts 4,3).

Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre
para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia,
un aspecto del Evangelio.

Esa misión tiene su sentido pleno en Cristo y solo se entiende desde él.
En el fondo la santidad es vivir en unión con él los misterios de su vida.

Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor
de una manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él.

Pero también puede implicar reproducir en la propia existencia
distintos aspectos de la vida terrena de Jesús:
su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su pobreza
y otras manifestaciones de su entrega por amor.

La contemplación de estos misterios, como proponía san Ignacio de Loyola,
nos orienta a hacerlos carne en nuestras opciones y actitudes
Porque «todo en la vida de Jesús es signo de su misterio»
«toda la vida de Cristo es Revelación del Padre»
«toda la vida de Cristo es misterio de Redención»
«toda la vida de Cristo es misterio de Recapitulación»
y «todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en él
y que él lo viva en nosotros»

Esto es un fuerte llamado de atención para todos nosotros.
Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión.
Inténtalo escuchando a Dios en la oración
y reconociendo los signos que él te da.

Pregúntale siempre al Espíritu
qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia
y en cada opción que debas tomar,
para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión.

Y permítele que forje en ti ese misterio personal
que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy.

Ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra,
ese mensaje de Jesús
que Dios quiere decir al mundo con tu vida.
Déjate transformar, déjate renovar por el Espíritu,
para que eso sea posible,
y así tu preciosa misión no se malogrará.

El Señor la cumplirá también en medio
de tus errores y malos momentos,
con tal que no abandones el camino del amor
y estés siempre abierto
a su acción sobrenatural que purifica e ilumina.

Intención final para el pueblo de Dios

Que en un día como hoy, haya sensibilidad para entender el propósito de vida que tenemos cada uno, de manera que tengamos convicción de santidad desde cada área y rol que desempeñamos, y que el gran modelo y referente de perfección sea Jesús.

Ser santos es la meta y para lograrlo le pedimos al Buen Dios Nos ayude a fortalecer la paciencia, perseverancia y confianza en Dios.
Amén

 

 

 

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