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Evangelio De Hoy l Padre Carlos Yepes I domingo 22 agosto 2021

Evangelio del día 

Para escuchar el evangelio y la reflexión puedes darle clic al video

Josué 24,1-2a.15-17.18b:

En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: – «Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.» El pueblo respondió: – «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor, para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; El Señor es nuestro Dios; Él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; Él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»

Salmo 34

Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.

Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.

Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.

La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a Él.

Efesios 5, 21-32:

Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; Él que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.»
Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

San Juan 6,60-69:

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: – «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: – «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: – «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: – «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: – «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Ideas centrales del evangelio por el padre Carlos Yepes

Muchos de nosotros frente a distintos mensajes de Jesucristo expresamos admiración, cierta luz interior, y encontramos una verdad profunda, pero tenemos que reconocer de alguna manera, sonrojándonos, que en otros casos, escuchando las exigencias evangélicas, pensamos en nuestro interior, “esto quién lo puede cumplir”.

Coloquemos ejemplos concretos que en nuestra práctica pastoral como sacerdotes escuchamos de las personas: “padre, no soy capaz de cumplir lo que dice Jesucristo sobre el perdón, no soy capaz de perdonar, no tengo ese corazón, hasta allí no me llega el mensaje cristiano, no puedo sencillamente perdonar”.

Otras personas te dicen: “padre, yo entiendo que hay que servir, que hay que ayudar a los demás, pero renunciar a mis bienes, darlo a los pobres y entregarme totalmente a Jesús, para mí es muy difícil, mi corazón no me da”.
Estas palabras sencillamente me escandalizan; otros también han dicho: “padre, la fidelidad es una exigencia inhumana, el ser ha sido creado para abrirse en distintas relaciones, frente a personas del otro sexo, para mí es muy difícil, concebir, y aceptar la fidelidad conyugal”.

Este tipo de ejemplos muestra cómo nosotros si nos escandalizamos con las palabras de Jesús y de alguna manera nos cuesta trabajo asumirlas, acogerlas, tal vez, la expresión más común, más corriente que escuchamos es esta: “ni que yo fuera un santo, para vivir de tal o cual manera”.

Nos parece que la santidad es de un club, de exclusivos, de perfectos, que no la entendemos como un llamado universal que Dios ha hecho a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Con el pueblo de Israel di, “solo al Señor, Él que nos sacó de Egipto, Él que nos ha acompañado en la vida, Él que nos ha protegido, Él que nos ha liberado de nuestras esclavitudes personales, solo a Él serviremos, Él es nuestro Dios”.

 

 

 

 

 

 

 

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