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Evangelio De Hoy l Padre Carlos Yepes I lunes 04 octubre 2021

Evangelio del día 

Para escuchar el evangelio y la reflexión puedes darle clic al video

Jonás 1,1-2,1.11:

Jonás Ben-Amitai recibió la palabra del Señor: -Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: Su maldad ha llegado hasta mí. Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa, y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: – ¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos. Y decían unos a otros: -Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad. Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: -Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres? Él les contestó: -Soy un hebreo; adoro al Señor Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme. Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: – ¿Qué has hecho? (pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado). Entonces le preguntaron: – ¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar? Porque el mar seguía embraveciéndose. Él contestó: -Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se os aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta. Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: – ¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre; no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres. Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar, y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez y vomitó a Jonás en tierra firme.

Salmo: Jon 2,3.4.5.8:

Sacaste mi vida de la fosa, Señor.

En mi aflicción clamé al Señor y me atendió, desde lo hondo del abismo pedí auxilio, y escuchó mi clamor.

Me arrojaste a lo profundo en alta mar, me rodeaban las olas, tus corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí.

Yo dije: Me has arrojado de tu presencia, quién pudiera ver de nuevo tu santo templo.

Cuando se me acababan las fuerzas me acordé del Señor; llegó hasta ti mi oración, hasta tu santo Templo.

San Lucas 10,25-37:

En aquel tiempo, se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: -Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo: – ¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella? El letrado contestó: – «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» Él le dijo: -Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: – ¿Y quién es mi prójimo? Jesús dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: -Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? El letrado contestó: -El que practicó la misericordia con él. Dijo Jesús: -Anda, haz tú lo mismo.

Ideas centrales del evangelio por el padre Carlos Yepes

Esta parábola es una imagen universal de la caridad, la caridad es un mandamiento divino que está a nuestro alcance, y que no es imposible, no es imposible, de realizar.

El amor a Dios y el amor al prójimo, es el único camino para alcanzar la vida eterna, es la gran sabiduría de la vida, y es el camino para la salvación del alma.

Amar, nos hace sentir que estamos vivos.

El amor a Dios está vacío, si no pasa por el amor al prójimo.

Mi prójimo es el sufriente, pero también pudiéramos decir que mi prójimo es el que me desacomoda, me saca de mi zona de confort, de mi egoísmo, como desvió al samaritano, llevando al medio muerto, al asaltado, a una posada.

¿Cuándo soy prójimo de los demás?, y la respuesta es sencilla, y nos la presenta el corazón del samaritano: se conmovió, dos, se acercó, y tres sirvió al herido.

 

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