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Laudes – oración de la mañana – jueves 11 agosto 2022

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 66

Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

Que canten de alegría las naciones, porque riges al mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines del orbe.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

Himno

Nos apremia el amor, vírgenes santas; vosotras, que seguisteis su camino, guiadnos por las sendas de las almas que hicieron de su amar amor divino.

Esperasteis en vela a vuestro Esposo en la noche fugaz de vuestra vida, cuando llamó a la puerta, vuestro gozo fue contemplar su gloria sin medida.

Vuestra fe y vuestro amor fue fuego ardiente que mantuvo la llama en la tardanza,
vuestra antorcha encendida fielmente ha colmado de luz vuestra esperanza.

Pues gozáis ya las nupcias que el Cordero con la Iglesia de Dios ha celebrado, no dejéis que se apague nuestro fuego en la pereza y sueño del pecado.

Demos gracias a Dios y, humildemente, pidamos al Señor que su llamada nos encuentre en vigilia permanente, despiertos en la fe y en veste blanca. Amén.

Salmodia

Ant: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!

Salmo 86

Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob.

¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! «Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.»

Se dirá de Sión: «Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado.»

El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Este ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!

Ant: El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.

Isaías 40, 10-17

Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede.

Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.

¿Quién ha medido a puñados el mar o mensurado a palmos el cielo, o a cuartillos el polvo de la tierra?

¿Quién ha pesado en la balanza los montes y en la báscula las colinas?
¿Quién ha medido el aliento del Señor? ¿Quién le ha sugerido su proyecto?

¿Con quién se aconsejó para entenderlo, para que le enseñara el camino exacto, para que le enseñara el saber y le sugiriese el método inteligente?

Mirad, las naciones son gotas de un cubo y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano, el Líbano no basta para leña, sus fieras no bastan para el holocausto.

En su presencia, las naciones todas como si no existieran, valen para él nada y vacío.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.

Ant: Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies.

Salmo 98

El Señor reina, tiemblen las naciones; sentado sobre querubines, vacile la tierra.

El Señor es grande en Sión, encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible: Él es santo.

Reinas con poder y amas la justicia, tú has establecido la rectitud; tú administras la justicia y el derecho, tú actúas en Jacob.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies: Él es santo.

Moisés y Aarón con sus sacerdotes, Samuel con los que invocan su nombre, invocaban al Señor, y él respondía.

Dios les hablaba desde la columna de nube; oyeron sus mandatos y la ley que les dio.

Señor, Dios nuestro, tú les respondías, tú eras para ellos un Dios de perdón, y un Dios vengador de sus maldades.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro; postraos ante su monte santo: Santo es el Señor, nuestro Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies.

Lectura Ct 8,7
Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.

V/. Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.
R/. Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.

V/. Tu rostro buscaré, Señor.
R/. Buscad mi rostro.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.

Cántico Evangélico

Ant: Dichosa la virgen que, negándose a sí misma y cargando con su cruz, imitó al Señor, esposo de las vírgenes y rey de los mártires.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Dichosa la virgen que, negándose a sí misma y cargando con su cruz, imitó al Señor, esposo de las vírgenes y rey de los mártires.

Preces

Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las vírgenes, y supliquémosle diciendo:

Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos

-Oh Cristo, a quien las vírgenes amaron como a su único esposo, concédenos que nada nos aparte de tu amor.

Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos

-Tú que coronaste a María como reina de las vírgenes, concédenos, por su intercesión, servirte siempre con pureza de corazón.

Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos

-Por intercesión de las santas vírgenes, que te sirvieron siempre con fidelidad, para alcanzar la santidad de cuerpo y alma, Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos
ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo que pasa no nos separen de tu amor eterno.

Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos

-Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes esperaban,
concédenos vivir en vela, esperando tu retorno glorioso.

Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos

-Por intercesión de Santa Clara., que fue virgen sensata y una de las prudentes, concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la pureza de costumbres.

Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos

Tal como nos enseñó el Señor, terminemos nuestra oración diciendo:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Final

Oh Dios, que infundiste en santa Clara un profundo amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

 

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