Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 23:
Entrada solemne de Dios en su templo
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos.
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
¿Quién es ese Rey de la gloria? el Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Himno
Ya muy cercano, Emmanuel, hoy te presiente Israel, que en triste exilio vive ahora y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor, Sabiduría del Señor, pues con tu luz, que el mundo ansía, nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor, del Sinaí legislador, que la ley santa promulgaste y tu poder allí mostraste.
Ven, Vara santa de Jesé, contigo el pueblo a lo que fue volver espera, pues aún gime bajo el cruel yugo que lo oprime.
Ven, Llave de David, que al fin el cielo abriste al hombre ruin que hoy puede andar libre su vía, con la esperanza del gran día.
Aurora tú eres que, al nacer, nos trae nuevo amanecer, y, con tu luz, viva esperanza el corazón del hombre alcanza.
Rey de la gloria, tu poder al enemigo ha de vencer, y, al ayudar nuestra flaqueza, se manifiesta tu grandeza.
Amén.
Salmodia
A ti, Señor, levanto mi alma; ven y líbrame, Señor, que en ti confío.
Salmo 142,1-11
Señor, escucha mi oración; tú, que eres fiel, atiende a mi súplica; tú, que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas como a los muertos ya olvidados. Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti. Indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
A ti, Señor, levanto mi alma; ven y líbrame, Señor, que en ti confío.
Da su paga, Señor, a los que esperan en ti, para que tus profetas sean hallados veraces.
Cántico
Isaías 66, 10-14a:
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz,
como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón, vuestros huesos florecerán como un prado.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Da su paga, Señor, a los que esperan en ti, para que tus profetas sean hallados veraces.
Vuélvete, Señor, a nosotros y no tardes más en venir.
Salmo 146
Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel; Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor, tocad la cítara para nuestro Dios, que cubre el cielo de nubes, preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes, para los que sirven al hombre; que da su alimento al ganado y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos, no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles, que confían en su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Vuélvete, Señor, a nosotros y no tardes más en venir.
Lectura breve
Jr 30,21-22
Esto dice el Señor: «Saldrá de Jacob un príncipe, su señor saldrá de en medio de él; me lo acercaré y se llegará a mí; vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.»
Responsorio breve
V/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V/. Su gloria aparecerá sobre ti.
R/. Amanecerá el Señor.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
Cántico Evangélico
Se ha cumplido ya todo lo que el ángel dijo de la Virgen María.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Se ha cumplido ya todo lo que el ángel dijo de la Virgen María.
Preces
Oremos, hermanos, a Cristo, nuestro Redentor, que ha venido para darnos la justificación, y digámosle con júbilo:
Ven, Señor Jesús
Señor, cuya venida en la carne anunciaron los profetas,
haz germinar en nosotros la semilla de las virtudes.
Ven, Señor Jesús
Concede a los que anunciamos al mundo tu salvación,
que la encontremos también en ti.
Ven, Señor Jesús
Tú que viniste a librar a los oprimidos,
cura las dolencias de los que sufren.
Ven, Señor Jesús
Tú que reconciliaste al mundo con Dios en tu primera venida,
absuélvenos de toda condenación cuando vengas como juez.
Ven, Señor Jesús
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, al acercarnos a las fiestas de Navidad, te pedimos que tu Hijo, que se encarnó en las entrañas de la Virgen María y quiso vivir entre nosotros, nos haga partícipes de la abundancia de su misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Salve Reina de los cielos y Señora de los ángeles;
Salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz,
Alégrate, Virgen Gloriosa, entre todas la más bella,
Salve agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
Amén.