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Laudes – oración de la mañana – jueves 23 marzo 2023

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
el Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Himno

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
tú que hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño
y la palabra de seguir te empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados …
Pero ¿cómo te digo que me esperes
si estás, para esperar, los pies clavados? Amén.

Salmodia

Ant: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Salmo 142,1-11:

Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.

El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.

Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.

En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.

Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Ant: El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.

Isaías 66, 10-14a:

Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus ubres abundantes.

Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.

Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.

Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
y vuestros huesos florecerán como un prado.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.

Ant: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

Salmo 146:

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;

que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.

No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

Lectura
1R 8,51a.52-53a (cfr.)
Nosotros somos, Señor, tu pueblo y tu heredad. Ten los ojos abiertos ante la súplica de tu siervo, ante la súplica de tu pueblo Israel, para atendernos siempre que te invoquemos. Pues, entre todas las naciones del mundo, tú nos apartaste como heredad.
V/. Él me librará de la red del cazador
R/. Él me librará de la red del cazador
V/. Me cubrirá con sus plumas
R/. De la red del cazador
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Él me librará de la red del cazador

Cántico Evangélico
Ant: «No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis», dice el Señor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: «No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis», dice el Señor.

Preces
Celebremos la bondad de Dios, que por Cristo se reveló como Padre nuestro, y digámosle de todo corazón:

Acuérdate, Señor, de que somos hijos tuyos
● Concédenos vivir con toda plenitud el misterio de la Iglesia,

a fin de que nosotros y todos los hombres encontremos en ella un sacramento eficaz de salvación.
Acuérdate, Señor, de que somos hijos tuyos
● Padre, que amas a todos los hombres, haz que cooperemos al progreso de la comunidad humana

y que en todo busquemos tu reino con nuestros esfuerzos.
Acuérdate, Señor, de que somos hijos tuyos
● Haz que tengamos hambre y sed de justicia,

y acudamos a nuestra fuente que es Cristo, el cual entregó su vida para que fuéramos saciados.
Acuérdate, Señor, de que somos hijos tuyos
● Perdona, Señor, todos nuestros pecados,

y dirige nuestra vida por el camino de la sencillez y de la santidad.

Acuérdate, Señor, de que somos hijos tuyos

Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.

A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.

Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.
Amen.

 

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