Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 99
Alegría de los que entran en el templo
Entrad en la presencia del Señor con vítores.
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.
El Señor es bueno su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Entrad en la presencia del Señor con vítores.
Himno
Señor, tú me llamaste para ser instrumento de tu gracia, para anunciar la buena nueva, para sanar las almas.
Instrumento de paz y de justicia, pregonero de todas tus palabras, agua para calmar la sed hiriente, mano que bendice y que ama.
Señor, tú me llamaste para curar los corazones heridos, para gritar, en medio de las plazas, que el Amor está vivo, para sacar del sueño a los que duermen
y liberar al cautivo. Soy cera blanda entre tus dedos, haz lo que quieras conmigo.
Señor, tú me llamaste para salvar al mundo ya cansado, para amar a los hombres que tú, Padre, me diste como hermanos. Señor, me quieres para abolir las guerras, y aliviar la miseria y el pecado; hacer temblar las piedras
y ahuyentar a los lobos del rebaño.
Amén.
Salmodia
Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Salmo 79:
Pastor de Israel, escucha, Tú que guías a José como a un rebaño; Tú que te sientas sobre querubines, resplandece ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Señor, Dios de los ejércitos, ¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Les diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos; nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces hasta llenar el país;
Su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego; con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.
Cántico
Isaías 12, 1-6:
Te doy gracias, Señor, porque estabas airado contra mí, pero ha cesado tu ira y me has consolado.
Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Aquel día diréis: «Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.»»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.
Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Salmo 80
Aclamad a Dios, nuestra fuerza; dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta.
Porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob, una norma establecida para José al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido: «Retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases Israel!
No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto; abre tu boca y yo la saciare.»
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que aborrecen al Señor te adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Lectura breve
Rm 14,17-19
No reina Dios por lo que uno come o bebe, sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común.
Responsorio breve
V/. Velando medito en ti, Señor.
R/. Velando medito en ti, Señor.
V/. Porque fuiste mi auxilio.
R/. Medito en ti, Señor.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Velando medito en ti, Señor.
Cántico Evangélico
Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.
Preces
Bendito sea Dios, nuestro Padre, que mira siempre con amor a sus hijos y nunca desatiende sus súplicas; digámosle con humildad:
Ilumina nuestros ojos, Señor
Te damos gracias, Señor, porque nos has alumbrado con la luz de Cristo;
que esta claridad ilumine hoy todos nuestros actos.
Ilumina nuestros ojos, Señor
Que tu sabiduría nos guíe en nuestra jornada;
así andaremos en una vida nueva.
Ilumina nuestros ojos, Señor
Que tu amor nos haga superar con fortaleza las adversidades,
para que te sirvamos con generosidad de espíritu.
Ilumina nuestros ojos, Señor
Dirige y santifica nuestros pensamientos, palabras y obras en este día,
y danos un espíritu dócil a tus inspiraciones.
Ilumina nuestros ojos, Señor
Dirijamos ahora, todos juntos, nuestra oración al Padre, y digámosle:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración final
Humildemente te pedimos a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, que, meditando fielmente tu ley, vivamos siempre en tu claridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Dulce Madre no te alejes,
tú vista de nosotros no apartes,
ven con nosotros a todas partes
y solos nunca nos dejes
y ya que nos amas tanto
como verdadera madre que eres
has que nos bendiga el Padre, Hijo y el Espíritu Santo.
Amen.