Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 99
Alegría de los que entran en el templo
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
El Señor es bueno su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Himno:
Estrella nunca vista se aparece a los remotos magos orientales, y, al juzgar de los fuegos celestiales, otra lumbre mayor los esclarece.
Nacido sacro Rey se les ofrece, con nuevas maravillas y señales, para que reverentes y leales la obediencia le den como merece.
Parten llevados de la luz y el fuego, del fuego de su amor; luz que los guía con claridad ardiente y soberana.
Subió al trono de Dios el pío ruego, y, llenos de firmísima alegría, vieron la luz de Dios por nube humana.
Gloria y loores por la eternidad tribútense a la Santa Trinidad.
Amén.
Salmodia
¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Salmo 41
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan noche y día. mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?»
Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?»
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Cántico
Eclesiástico 36,1-7.13-16
Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones; amenaza con tu mano al pueblo extranjero, para que sienta tu poder.
Como les mostraste tu santidad al castigarnos, muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos: para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite los portentos, exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Salmo 18 A:
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Lectura breve
Is 9, 6
Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el señorío y será llamado: «consejero admirable», «Dios poderoso», «Padre sempiterno» y «Príncipe de la paz».
Responsorio breve
V. Se postrarán ante él todos los reyes.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.
V. Todos los pueblos le servirán.
R. Y todos los reyes.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.
Cántico Evangélico
Desde oriente vinieron uno magos a Belén para adorar al Señor, y, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, como a rey soberano; incienso como a Dios verdadero; y mirra, como a hombre mortal. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Desde oriente vinieron uno magos a Belén para adorar al Señor, y, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, como a rey soberano; incienso como a Dios verdadero; y mirra, como a hombre mortal. Aleluya.
Preces.
Aclamemos a Cristo, salvador enviado por Dios, a quien han contemplado los confines de la tierra, y di gámosle:
Gloria a ti, Señor Jesús.
Redentor de todos los pueblos, que al venir al mundo destruiste el muro que separaba a Israel de las naciones paganas, haz que desaparezcan del mundo todas las discriminaciones que atentan contra la dignidad humana.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Tú que por la encarnación y tu nacimiento quisiste habitar entre nosotros, enséñanos a descubrir tu presencia en la Iglesia y en todos los hombres.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Tú que nos has dado el pleno conocimiento de Dios, nuestro Padre,
ayúdanos a vivir plenamente de tu palabra por nuestra fe y por nuestras obras.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Tú que eres el «Dios con nosotros» que has renovado maravillosamente la creación entera, haz que en nosotros todo se renueve también: el corazón, las palabras y las obras.
Gloria a ti, Señor Jesús.
A pesar de que en el mundo existe el odio y la división, oremos a aquel que nos ha hermanado en Jesucristo, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración final
Te pedimos, Señor, que ilumines nuestros corazones con el esplendor de tu divinidad, para que podamos pasar a través de las tinieblas de este mundo y llegar a la patria de la eterna claridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Dulce Madre no te alejes,
tú vista de nosotros no apartes,
ven con nosotros a todas partes
y solos nunca nos dejes
y ya que nos amas tanto
como verdadera madre que eres
has que nos bendiga el Padre, Hijo y el Espíritu Santo.
Amen.