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Laudes – oración de la mañana – lunes 05 diciembre 2022

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.

Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Que canten de alegría las naciones, porque riges al mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines del orbe.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Himno: Ven, Señor, no tardes

Ven, Señor, no tardes, Ven, que te esperamos; Ven, Señor, no tardes, ven pronto, Señor.

El mundo muere de frío, el alma perdió el calor, los hombres no son hermanos porque han matado al Amor.

Envuelto en noche sombría, gime el mundo de pavor; va en busca de una esperanza, buscando tu fe, Señor.

Al mundo le falta vida y le falta corazón; le falta cielo en la tierra, si no lo riega tu amor.

Rompa el cielo su silencio, baje el rocío a la flor, ven, Señor, no tardes tanto, ven, Señor. Amén.

Salmodia

Ant 1. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Salmo 41 Deseo del señor y ansias de contemplar el templo

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: «¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos, y mi alma desfallece de tristeza: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»

Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo, desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado.

De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.

Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?

Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Ant 2. Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.

Cántico: Súplica en favor de la ciudad santa de Jerusalén Sir. 36, 1-7. 13-16

Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones; amenaza con tu mano al pueblo extranjero, para que sienta tu poder.

Como les mostraste tu santidad al castigarnos, muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos: para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.

Renueva los prodigios, repite los portentos, exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente.

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito.

Ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad y al templo de tu gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.

Ant 3. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

SALMO 18 Alabanza al Dios creador del universo.

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

Lectura Is 2, 3
Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos, y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor.

Responsorio

V. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

Cántico Evangélico

Ant. Dice el Señor: «convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Aleluya.

Cántico de Zacarías. Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dice el Señor: «convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Ala.

Preces

Hermanos, oremos a Cristo, el redentor, que viene a librar del poder de la muerte a los que se convierten a él, y digámosle:

Ven, Señor Jesús.

-Que al anunciar tu venida, Señor, nuestro corazón se sienta libre de toda vanidad.

-Que la Iglesia que tú fundaste, Señor, glorifique tu nombre por todo el mundo.

-Que tu ley, Señor, sea luz para nuestros ojos y sirva de protección a los pueblos que confiesan tu nombre.

-Tú que por la Iglesia nos anuncias el gozo de tu venida, concédenos también el deseo de recibirte.

Con el gozo que nos da el saber que Cristo viene para hacernos hijos de Dios, digamos al Padre:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración
Señor, suban a tu presencia nuestras súplicas y colma en tus siervos los deseos de llegar a conocer en plenitud el misterio admirable de la encarnación de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Conclusión
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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