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Laudes – oración de la mañana – lunes 21 marzo 2022

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 23

Entrada solemne de Dios en su templo

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¿Quién es ese Rey de la gloria? el Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Himno

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado, y cuántas con vergüenza he respondido, desnudo como Adán, ¡aunque vestido de las hojas del árbol del pecado! Seguí mil veces vuestro pie sagrado, fácil de asir, en una cruz asido, y atrás volví otras tantas atrevido, al mismo precio que me habéis comprado. Besos de paz os di para ofenderos, pero si fugitivos de su dueño yerran cuando los hallan los esclavos, hoy que vuelvo con lágrimas a veros, clavadme vos a vos en vuestro leño y tendréisme seguro con tres clavos. Amén.

Salmodia

Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Salmo 83:

¡Qué deseables son tus moradas, ¡Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación:

Cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis, como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones; caminan de baluarte en baluarte hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob. Fíjate, oh, Dios, en nuestro Escudo, mira el rostro de tu Ungido.

Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria; el Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Venid, subamos al monte del Señor.

Cántico evangélico

Isaías 2, 2-5:

Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob:
Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor».

Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Venid, subamos al monte del Señor.

Cantad al Señor, bendecid su nombre.

Salmo 95:

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones; porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo; honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda; decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente».

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Cantad al Señor, bendecid su nombre.

Lectura

Ex 19,4-6a
Ya habéis visto cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí; ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.

V/. Él me librará de la red del cazador
R/. Él me librará de la red del cazador
V/. Me cubrirá con sus plumas
R/. De la red del cazador
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Él me librará de la red del cazador

Cántico Evangélico

Ant: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.

Preces

Bendigamos a Jesús, nuestro Salvador, que por su muerte nos ha abierto el camino de salvación, y digámosle confiados:

Guíanos por tus senderos, Señor
-Señor de misericordia, que en el bautismo nos diste una vida nueva, te pedimos que nos hagas cada día más conformes a ti.
Guíanos por tus senderos, Señor
-Enséñanos Señor a ser hoy alegría para los que sufren,
y haz que sepamos servirte en cada uno de los necesitados.
Guíanos por tus senderos, Señor
-Que procuremos, Señor, hacer lo bueno, lo recto y lo verdadero ante ti,
y que busquemos tu rostro con sinceridad de corazón.
Guíanos por tus senderos, Señor
-Perdona, Señor, las faltas que hemos cometido contra la unidad de tu familia, y haz que tengamos un solo corazón y un solo espíritu.

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Final
Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua y, pues sin tu ayuda no puede mantenerse incólume, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amen.

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien libranos de todo peligro oh, Virgen Gloriosa y bendita.

Amén.

 

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