Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 23:
Entrada solemne de Dios en su templo. Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe, y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen. El hombre de manos inocentes, y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso; ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria. Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra. Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¡Portones!, alzad los dinteles, Levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria. Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria. Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.
Himno:
Oh, Virgen, resplandeciente, estrella de caridad para los santos y manantial vivo y fecundo de esperanza para nosotros, los mortales.
Tanto vales, gran Señora, ante el piadoso corazón de tu Hijo, que quien pide con confianza, por ti, segura lo alcanza.
La ayuda de tu bondad no solo auxilia al que te implora, sino que con gusto das y el deseo de los suplicantes colmas.
En ti la misericordia, en ti la grandeza; tú contienes la bondad que las criaturas poseen.
Gloria sea dada al Padre y al Paráclito y al Nacido de ti, que te han llamado a ser la santa Madre de la Iglesia.
¡Amén!
Salmodia
Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.
Salmo 89:
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: Retornad, hijos de Adán. Mil años en tu presencia
son un ayer que pasó, una vela nocturna.
Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
¡Cómo nos ha consumido tu cólera y nos ha trastornado tu indignación! Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada: y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera, y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan a prisa y vuelan.
¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera? Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos; por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.
Llegue hasta el confín de la Tierra la alabanza del Señor.
Cántico:
Isaías 42,10-16
Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza hasta el confín de la Tierra; muja el mar y lo que contiene, las costas y sus habitantes.
Alégrese el desierto con sus tiendas, los cercados que habita Cadar; exulten los habitantes de Petra, clamen desde la cumbre de las montañas; den gloria al Señor, anuncien su alabanza en las costas.
El Señor sale como un héroe, excita su ardor como un guerrero, lanza el alarido,
mostrándose valiente frente al enemigo.
Desde antiguo guardé silencio, me callaba, aguantaba; como parturienta, grito, jadeo y resuello.
Agostaré montes y collados, secaré toda su hierba, convertiré los ríos en yermo, desecaré los estanques; conduciré a los ciegos por el camino que no conocen, los guiaré por senderos que ignoran; ante ellos convertiré la tiniebla en luz, lo escabroso en llano.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Llegue hasta el confín de la Tierra la alabanza del Señor.
Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.
Salmo 134:
Alabad el nombre del Señor, alabadlo, siervos del Señor, que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable. Porque él se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses. El Señor todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte, con los relámpagos desata la lluvia, suelta los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto, desde los hombres hasta los animales. Envió signos y prodigios, en medio de ti, Egipto, contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos, mató a reyes poderosos: a Sijón, rey de los amorreos, a Hog, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán. Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.
Lectura breve:
Is 61,10
Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas.
Responsorio breve:
El Señor la eligió y la predestinó. El Señor la eligió y la predestinó. La hizo morar en su templo santo. Y la predestinó. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. El Señor la eligió y la predestinó.
Cántico evangélico:
Los discípulos perseveraban unánimes en la oración, con María, la madre de Jesús.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Los discípulos perseveraban unánimes en la oración, con María, la madre de Jesús.
Preces:
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Oh Sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente.
Haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Verbo eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada.
Líbranos de la corrupción del pecado.
Salvador nuestro, que quisiste que tu madre estuviera junto a tu cruz.
Por su intercesión, concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Jesús, que, colgado en la cruz, diste María a Juan como madre.
Haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Acudamos a Dios Padre, tal como nos enseñó Jesucristo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Oración final:
Oh, Dios, Padre de misericordia, cuyo Unigénito, clavado en la cruz, proclamó a santa María Virgen, su madre, como madre también nuestra, concédenos, por su cooperación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!
Dame tus ojos, Madre, para saber mirar, si miro con tus ojos jamás podré pecar; dame tus labios, Madre, para poder rezar, si rezo con tus labios Jesús me escuchará; dame tus manos, Madre, que quiero trabajar, entonces mi trabajo valdrá una eternidad; dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad, cubierto con tu manto al cielo he de llegar; dame tu cielo, Madre, para poder gozar, si tú me das el cielo, ¿qué más puedo anhelar?; dame a Jesús, ¡oh Madre!, para poder amar, esta será mi dicha por una eternidad.
¡Amén!