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Laudes I oración de la mañana I lunes 26 julio 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 94:

Invitación a la alabanza divina.
Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las cimas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.

Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.

Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masah en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.

Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.
Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.

Himno:

Cantemos nuestra fe y, al confesarla, unidas nuestras voces de creyentes,
pidamos al Señor que, al proclamarla, inunde con su luz a nuestras mentes.

El gozo de creer sea alegría de servir al Señor, y su palabra simiente en crecimiento día a día, que al don de su verdad el mundo abra.

Clara es la fe y oscuro su camino de gracia y libertad en puro encuentro, si crees que Jesús es Dios que vino, no está lejos de ti, sino muy dentro.

Legión es la asamblea de los santos, que en el Señor Jesús puso confianza, sus frutos de justicia fueron tantos que vieron ya colmada su esperanza.

Demos gracias a Dios, que es nuestra roca, sigamos a Jesús con entereza, si nuestra fe vacila, si ella es poca, su Espíritu de amor nos dará fuerza.

¡Amén!

Salmodia:

A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
Salmo 5,2-10.12-13
Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.

A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, y me quedo aguardando.

Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped, ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor.

Pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.

Señor, guíame con tu justicia, porque tengo enemigos; alláname tu camino.

En su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.

Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno; protégelos, para que se llenen de gozo los que aman tu nombre.

Porque tú, Señor, bendices al justo, y como un escudo lo rodea tu favor.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!,
¡Amén!

A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Cántico:

1Cro 29,10-13
Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra, tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria, tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza, tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro, nosotros te damos gracias, alabando tu nombre glorioso.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!,
¡Amén!

Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
Salmo 28:
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria ha tronado, el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica, la voz del Señor descuaja los cedros, el Señor descuaja los cedros del Líbano.

Hace brincar al Líbano como a un novillo, al Sarión como a una cría de búfalo. La voz del Señor lanza llamas de fuego, la voz del Señor sacude el desierto, el Señor sacude el desierto de Cadés.

La voz del Señor retuerce los robles, el Señor descorteza las selvas. En su templo un grito unánime: ¡Gloria!

El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo, El Señor bendice a su pueblo con la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!,
¡Amén!

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Lectura breve:

Is 55,3
Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.

Responsorio breve:
Por su entrañable misericordia nos ha visitado el Señor.
Por su entrañable misericordia nos ha visitado el Señor.
De la descendencia de David sacó un salvador: Jesús.
Nos ha visitado el Señor.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Por su entrañable misericordia nos ha visitado el Señor.

Cántico evangélico

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque nos ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!,
¡Amén!

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque nos ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo.

Preces:

Adoremos, hermanos a Cristo, el Dios santo y, pidiéndole que nos enseñe a servirle con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días, aclamémoslo, diciendo:
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado, compadécete de nuestras debilidades.
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, que a todos nos llamas a la perfección del amor, danos el progresar en caminos de santidad.
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, que quieres que seamos la sal de la tierra y la luz del mundo, ilumina nuestras vidas con tu propia luz.
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, que viniste al mundo para servir, y no para que te sirvieran, haz que sepamos servirte a ti y a nuestros hermanos con humildad.
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser, haz que en la gloria contemplemos tu rostro.
Tú solo eres santo, Señor.

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal

Oración final:

Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y a santa Ana la gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos santos, la salvación que has prometido a tu pueblo.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!

Salve, Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve puerta que dio paso a nuestra luz; alégrate, Virgen Gloriosa, entre todas la más bella; salve, Agraciada Doncella, ruega a Cristo por nosotros.

¡Amén!

 

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