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Laudes I oración de la mañana I lunes 29 noviembre 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 66:

Que todos los pueblos alaben al Señor

Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

El señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros, conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Que canten de alegría las naciones porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
La tierra ha dado su fruto nos bendice el Señor nuestro Dios, que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines del orbe.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Himno

De luz nueva se viste la tierra, porque el Sol que del cielo ha venido en el seno feliz de la Virgen de su carne se ha revestido.

El amor hizo nuevas las cosas, el Espíritu ha descendido y la sombra del que todo puede en la Virgen su luz ha encendido.

Ya la tierra reclama su fruto y de bodas se anuncia alegría, el Señor que en los cielos habita se hizo carne en la Virgen María.

Gloria a Dios, el Señor poderoso, a su Hijo y Espíritu Santo, que en su gracia y su amor nos bendijo y a su reino nos ha destinado.
Amén.

Salmodia

A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Salmo 5

Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío.

A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, y me quedo aguardando.

Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor.

Pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con toda reverencia.

Señor, guíame con tu justicia, porque tengo enemigos; alláname tu camino.

En su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto, mientras halagan con la lengua.

Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno; protégelos, para que se llenen de gozo los que aman tu nombre.

Porque tú, Señor, bendices al justo, y como un escudo lo rodea tu favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.

Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Cántico

1Cro 29,10-13

Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra, Tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria, tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza, tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro, nosotros te damos gracias, alabando tu nombre glorioso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Salmo 28:

Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria ha tronado, el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica, la voz del Señor descuaja los cedros, el Señor descuaja los cedros del Líbano.

Hace brincar al Líbano como a un novillo, al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego, la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.

La voz del Señor retuerce los robles, el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»

El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno. El Señor da fuerza a su pueblo, El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

Lectura breve

Is 2,3

Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.

Responsorio breve

V/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V/. Su gloria aparecerá sobre ti.
R/. Amanecerá el Señor.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

Cántico Evangélico

Levanta tu mirada, Jerusalén, y contempla el poder de tu Rey: mira, tu Salvador viene a librarte de tus cadenas.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Levanta tu mirada, Jerusalén, y contempla el poder de tu Rey: mira, tu Salvador viene a librarte de tus cadenas.

Preces

El Señor Jesucristo, Luz de Luz e Hijo de Dios vivo, nos sacará de las tinieblas en que nos encontramos, para que podamos contemplar su gloria; acudamos, pues, a Él y digámosle confiadamente:

Ven, Señor Jesús
Oh, Luz indestructible que vienes a iluminar nuestras tinieblas,
despierta nuestra fe aletargada.
Ven, Señor Jesús

Haz que andemos con seguridad durante el día,
guiados por el resplandor de tu claridad.
Ven, Señor Jesús

Concédenos la mansedumbre en todo tiempo,
y haz que sea notoria a todos los hombres.
Ven, Señor Jesús

Ven a crear la nueva tierra que anhelamos
en la que habite la justicia y la paz.
Ven, Señor Jesús

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración final

Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alertas a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Dame tus ojos Madre, para saber mirar,

Si miro con tus ojos, jamás podre pecar,
Dame tus labios, Madre para poder rezar,
Si rezo con tus labios Jesús me escuchara,
Dame tus manos Madre que quiero trabajar,
Entonces mi trabajo valdrá una eternidad,
Dame tu manto Madre, que cubra mi maldad,
Cubierto con tu manto al cielo he de llegar,
Dame tu cielo madre para poder gozar,
Si tú me das el cielo, ¿Qué más voy a anhelar?
Dame a Jesús oh, Madre, para poder amar,
Esta será mi dicha, por una eternidad.
Amen.

 

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