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Laudes I oración de la mañana I lunes 30 agosto 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 66

Que todos los pueblos alaben al Señor.

Aclamemos al Señor con cantos.

El señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros, conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Aclamemos al Señor con cantos.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Aclamemos al Señor con cantos.
Que canten de alegría las naciones porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
Aclamemos al Señor con cantos.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Aclamemos al Señor con cantos.
La tierra ha dado su fruto nos bendice el Señor nuestro Dios, que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines del orbe.
Aclamemos al Señor con cantos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Aclamemos al Señor con cantos.

Himno

Alfarero del hombre, mano trabajadora que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora, al pasto los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta, de espacio puro y tierra amanecida. De mañana te encuentro, vigor, origen, meta de los profundos ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía; tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía, y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa si no alientas, montes si no estás dentro, ni soledad en que no te hagas fuerte. Todo es presencia y gracia; vivir es este encuentro: tú, por la luz; el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte dejar tanta hermosura en tanta guerra! Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.

Salmodia

¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Salmo 41:

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan noche y día. mientras todo el día me repiten: «¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»

Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.

Diré a Dios: «Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?»

Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.

Cántico evangélico

Eclesiástico 36,1-7.13-16

Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones; amenaza con tu mano al pueblo extranjero, para que sienta tu poder.

Como les mostraste tu santidad al castigarnos, muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos: para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.

Renueva los prodigios, repite los portentos, exalta tu mano, robustece tu brazo.

Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente.

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo.

Llena a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.

Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

Salmo 18 A:

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

Lectura breve
Jr. 15,16

Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, Señor, Dios de los ejércitos.

Responsorio breve

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Cantadle un cántico nuevo.
Que merece la alabanza de los buenos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

Cántico Evangélico

Bendito sea el Señor, porque nos ha visitado y redimido.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Bendito sea el Señor, porque nos ha visitado y redimido.

Preces

Nuestro Salvador ha hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, para que ofrezcamos sacrificios que Dios acepta. Invoquémosle, pues, diciendo:

Consérvanos en tu servicio, Señor
Señor Jesús, sacerdote eterno, que has querido que tu pueblo participara de tu sacerdocio, haz que ofrezcamos siempre sacrificios espirituales, agradables a Dios.
Consérvanos en tu servicio, Señor

Danos, Señor, la abundancia de los frutos del Espíritu: la comprensión, la servicialidad, la amabilidad.
Consérvanos en tu servicio, Señor

Haz que aprendamos a amarte y lleguemos a poseerte a ti, que eres el mismo amor, y que sepamos obrar siempre lo recto, para que también nuestras acciones te glorifiquen.
Consérvanos en tu servicio, Señor

Haz que busquemos siempre el bien de nuestros hermanos
y les ayudemos a progresar en su salvación.
Consérvanos en tu servicio, Señor

Con el gozo que nos da el sabernos hijos de Dios, digamos con confianza:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración final

Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día, sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en ningún pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

Amén.

 

 

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