Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Elogio: Conmemoración de todos los fieles difuntos. La Santa Madre Iglesia, después de su solicitud en celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha del pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna.
Salmo 23
Entrada solemne de Dios en su templo
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos.
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
¿Quién es ese Rey de la gloria? el Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.
Himno
Salen de la ciudad en larga hilera los amigos del hombre, entristecidos,
llevan al joven muerto en la litera, su madre lo acompaña entre gemidos.
Lazos de muerte a todos nos alcanzan, las redes del abismo nos envuelven,
pueblos enteros lentamente avanzan, y todos los que van ya nunca vuelven.
Alza tu voz, Jesús resucitado; detente, caravana de la muerte, mira al Señor Jesús, Él ha pagado el precio del rescate de tu suerte.
Llora, Raquel, de gozo y alegría, tus hijos vivirán eternamente. Danos, Señor, llegar a tu gran día, que de ansia de vivir el alma muere. Amén.
Salmodia
Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.
Salmo 50:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh, Dios, Dios, ¡Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.
Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.
Cántico
Isaías 38,10-14;17-20
Yo pensé: «En medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo; me privan del resto de mis años.»
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida como una tienda de pastores. Como un tejedor, devanaba yo mi vida, y me cortan la trama.»
Día y noche me estás acabando, sollozo hasta el amanecer. Me quiebras los huesos como un león, día y noche me estás acabando.
Estoy piando como una golondrina, gimo como una paloma. Mis ojos mirando al cielo se consumen: ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir, la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban: como yo ahora. El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.
Alabaré al Señor mientras viva.
Salmo 145
Alaba, alma mía, al Señor: alabaré al Señor mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes, seres de polvo que no pueden salvar; exhalan el espíritu y vuelven al polvo, ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Alabaré al Señor mientras viva.
Lectura breve
1Ts 4,14
Creemos que Jesús ha muerto y resucitado; del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con Él.
V/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
V/. Cambiaste mi luto en danza.
R/. Porque me has librado.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Cántico Evangélico
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre.
Preces
Oremos a Dios Padre todopoderoso, que ha resucitado a Jesucristo de entre los muertos y vivificará también nuestros cuerpos mortales, y digámosle:
Señor, danos la vida en Cristo
Padre santo, ya que por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo en la muerte y con Él hemos resucitado,
haz que de tal forma andemos en vida nueva, que aún después de nuestra muerte vivamos siempre con Cristo.
Señor, danos la vida en Cristo
Padre providente, que nos has dado el pan vivo bajado del cielo, para que lo comamos santamente, haz que al comerlo tengamos vida eterna y resucitemos en el último día.
Señor, danos la vida en Cristo
Oh, Señor, que enviaste un ángel para que confortara a tu Hijo en la agonía de Getsemaní, dígnate consolarnos en nuestro tránsito con la dulzura de tu esperanza.
Señor, danos la vida en Cristo
Tú que libraste a los tres jóvenes del fuego ardiente,
libra también las almas de los difuntos del castigo que sufren por sus pecados.
Señor, danos la vida en Cristo
Dios y Señor de vivos y de muertos, que resucitaste a Cristo del sepulcro,
resucita también a los difuntos, y a nosotros danos un lugar junto a ellos en tu gloria.
Señor, danos la vida en Cristo
Ya que deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que a todos llegue el reino de su Hijo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración final
Escucha, Señor, nuestras suplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, se afiance también nuestra esperanza de que todos tus hijos resucitarán. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien libranos de todo peligro oh, Virgen Gloriosa y bendita.