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Laudes – oración de la mañana – martes 06 diciembre 2022

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Salmo 94

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso»
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Himno: Una clara voz resuena.

Una clara voz resuena que las tinieblas repudian, el sueño pesado ahuyentase, Cristo en el cielo fulgura.

Despierte el alma adormida y sus torpezas sacuda, que para borrar los males un astro nuevo relumbra.

De arriba llega el Cordero que ha de lavar nuestras culpas; con lágrimas imploremos el perdón que nos depura, porque en su nueva venida que aterroriza y conturba,
no tenga que castigarnos, más con piedad nos acuda.
Al Padre eterno la gloria, loor al Hijo en la altura, y al Espíritu Paráclito por siempre alabanza suma. Amén.

Salmodia

Ant 1. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Salmo 42 Deseo del templo

Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado.

Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Señor, Dios mío.

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Ant 2. Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Cántico: Angustia de un moribundo y alegría de la curación Is 38, 10-14. 17-20

Yo pensé: «En medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo; me privan del resto de mis años.»

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre los habitantes del mundo.

Levantan y enrollan mi vida como una tienda de pastores.
Como un tejedor devanaba yo mi vida, y me cortan la trama.»

Día y noche me estás acabando, sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león, día y noche me estas acabando.
Estoy piando como una golondrina, gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen: ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!

Me has curado, me has hecho revivir, la amargura se me volvió paz cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados.

El abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la fosa.

Los vivos, los vivos son quienes te alaban: como yo ahora.
El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Ant 3. ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.

Salmo 64 Solemne acción de gracias.

¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos, porque tú escuchas las súplicas.

A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonas.

Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios: que nos saciemos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu templo.

Con portentos de justicia nos respondes, Dios, salvador nuestro; tú, esperanza del confín de la tierra y del océano remoto;

Tú que afianzas los montes con tu fuerza, ceñido de poder; tú que reprimes el estruendo del mar, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos.

Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y a las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo.

Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales; riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tus bienes, las rodadas de tu carro rezuman abundancia;

rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.

Lectura Gn 49, 10
No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga el que ha de venir, aquel a quien le está reservado, a quien rendirán homenaje las naciones.

Responsorio

V. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

Cántico evangélico

Ant. «Alégrate y goza, hija de Sión, porque voy a venir y habitaré en medio de ti», dice el Señor.

Cántico de Zacarías. El mesías y su precursor Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Alégrate y goza, hija de Sión, porque voy a venir y habitaré en medio de ti», dice el Señor.

Preces

Oremos, hermanos, a Cristo el Señor, luz que alumbra a todo hombre, y digámosle con gozo:

Ven, Señor Jesús.

-Que la luz de tu presencia disipe, Señor, nuestras tinieblas y nos haga dignos de recibir tus dones.

Ven, Señor Jesús.

-Sálvanos, Señor Dios nuestro, y durante todo el día daremos gracias a tu santo nombre.

Ven, Señor Jesús.

-Enciende nuestros corazones en tu amor, para que deseemos ardientemente tu venida y anhelemos vivir íntimamente unidos a ti.

Ven, Señor Jesús.

-Tú que quisiste experimentar nuestras dolencias, socorre a los enfermos y a los que morirán en el día de hoy.

Ven, Señor Jesús.

Recitemos las palabras de Jesús, pidiendo al Padre que venga su reino:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración

Dios nuestro, que has proclamado tu salvación a todos los confines de la tierra, concédenos esperar con alegría las fiestas del nacimiento del Salvador, Jesucristo, tu Hijo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

Conclusión
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

Oremos a la Virgen, Madre de la Iglesia…

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