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Laudes – oración de la mañana – martes 17 mayo 2022

Laudes

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V/. -Señor, Abre mis labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Verdaderamente ha resucitado el Señor, Aleluya.

Himno

Estaba al alba María, porque era la enamorada.

«¡María!» la voz amada. «¡Rabbuní!», dice María.
El amor se hizo un abrazo junto a las plantas benditas; las llagas glorificadas rios de fuego y delicia, Jesús, esposo divino, María, esposa cautiva.

Estaba al alba María, para una unción preparada.

Jesús en las azucenas al claro del bello día. En los brazos del Esposo
la Iglesia se regocija. ¡Gloria al Señor encontrado, gloria al Dios de la alegría, gloria al Amor más amado, gloria y paz, y Pascua y dicha! ¡Aleluya!

Estaba al alba María, es Pascua en la Iglesia santa. ¡Aleluya! Amén.

Salmodia

Ant. 1 El que bajó es el mismo que ha subido también a lo más alto de los cielos. Aleluya.

Salmo 23

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones! alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el rey de la gloria.

¿Quién es ese rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones! alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el rey de la gloria.

¿Quién es ese rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 El que bajó es el mismo que ha subido también a lo más alto de los cielos. Aleluya.

Ant. 2 Ensalzad al rey del cielo y alegraos de su grandeza. Aleluya.

Cántico Tb. 13, 1-10

Bendito sea Dios, que vive eternamente, y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece, hunde hasta el abismo y saca de él, y no hay quien escape de su mano.

Dadle gracias, israelitas, antes los gentiles, porque él nos dispersó entre ellos. Proclamad allí su grandeza, ensalzadlo ante todos los vivientes:
que él es nuestro Dios y Señor, nuestro Padre por todos los siglos.

Él nos azota por nuestros delitos, ero se compadecerá de nuevo, y os congregará de entre todas las naciones por donde estáis dispersados.

Si volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros y no os ocultará su rostro.

Veréis lo que hará con vosotros, le daréis gracias a boca llena, bendeciréis al Señor de la justicia y ensalsaréis al rey de los siglos.

Yo le doy gracias en mi cautiverio, anuncio su grandeza y su poder a un pueblo pecador.

Convertíos pecadores, orad rectamente en su presencia: quizás os mostrará benevolencia y tendrá compasión.

Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo, y me alegraré de su grandeza. Anuncien todos los pueblos sus maravillas y alábenle sus elegidos en Jerusalén.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Ensalzad al rey del cielo y alegraos de su grandeza. Aleluya.

Ant. 3 La tierra está llena de la bondad del Señor. Aleluya.

Salmo 32

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando vuestra música con aclamaciones: que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales, él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.

La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos; encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano.

Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo y existió; lo mandó, y surgió.

El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.

El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres; desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra: él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.

No vence el rey por su gran ejército, no escapa el soldado por su mucha fuerza, nada vale sus caballos para la victoria, ni por su gran ejército se salva.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros esperaremos en el Señor: él es nuestro auxilio y escudo,
con él se alegra nuestro corazón, en su Santo nombre confiamos.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 La tierra está llena de la bondad del Señor. Aleluya.

Lectura Hch 13,30-33

Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Durante muchos días se apareció a los que lo habían acompañado de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. Nosotros os anunciamos que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.»

Responsorio

V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

V. Éll que por nosotros colgó de madero.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

Cántico Evangélico

Ant. La paz os dejo, aleluya, mi paz os doy. Aleluya.

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La paz os dejo, aleluya, mi paz os doy. Aleluya.

Preces

Alabemos a Cristo, que con su poder reconstruyó el templo destruido de su cuerpo, y supliquémosle:

Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.

-Oh Cristo Salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a los apóstoles y salvaste al universo entero, conviértenos en testigos del Dios viviente.

Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.

-Tú que has prometido la resurrección universal y has anunciado una vida nueva, haz de nosotros mensajeros del Evangelio de la vida.

Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.

-Tú que te apareciste repetidas veces a los apóstoles y les comunicaste el Espíritu Santo, renuévanos por el Espíritu Defensor.

Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.

-Tú que prometiste estar con tus discípulos hasta el fin del mundo, quédate hoy con nosotros y sé siempre nuestro compañero.

Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección

Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración.

Dios nuestro, que por la resurrección de Cristo nos restituyes el derecho de entrar en la vida eterna, fortifica la fe y la esperanza de tu pueblo, para que esperemos siempre confiadamente la realización de todo aquello que nos tienes prometido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Conclusión.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

Bendíceme oh, María Auxiliadora, que tu bendición santísima permanezca en mi en la noche y en el día, en la alegría y en la tristeza, en el trabajo y en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte y durante la eternidad.

¡Oh bendición de María Auxiliadora! Dichoso quien te la pide, recibe y guarda. Después de obtenerla aquí en la tierra la lleve en su último suspiro como prenda de vida eterna.

María auxilio de los cristianos, rogad por nosotros.
Amen.

 

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