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Laudes – oración de la mañana – martes 27 septiembre 2022

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 99

Ant: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
Ant: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Ant: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre:
Ant: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.

«El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.»
Ant: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.

Himno

Cristo, cabeza, rey de los pastores, el pueblo entero, madrugando a fiesta, canta a la gloria de tu sacerdote himnos sagrados.

Con abundancia de sagrado crisma, la unción profunda de tu Santo Espíritu le armó guerrero y le nombró en la Iglesia jefe del pueblo.

Él fue pastor y forma del rebaño, luz para el ciego, báculo del pobre, padre común, presencia providente, todo de todos.

Tú que coronas sus merecimientos, danos la gracia de imitar su vida, y al fin, sumisos a su magisterio, danos su gloria. Amén.
Salmodia

Ant: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Salmo 42

Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado.

Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazas?, ¿por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Ant: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Isaías 38,10-14;17-20: Angustias de un moribundo y alegría de la curación

Yo pensé: «En medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo; me privan del resto de mis años.»

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre los habitantes del mundo.

Levantan y enrollan mi vida como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida, y me cortan la trama.»

Día y noche me estás acabando, sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león, día y noche me estás acabando.

Estoy piando como una golondrina, gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen: ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!

Me has curado, me has hecho revivir, la amargura se me volvió paz cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados.

El abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la fosa.

Los vivos, los vivos son quienes te alaban: como yo ahora.
El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Ant: ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.

Salmo 64: Solemne acción de gracias

Oh Dios, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos, porque tú escuchas las súplicas.

A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonas.

Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios: que nos saciemos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu templo.

Con portentos de justicia nos respondes, Dios, salvador nuestro; tú, esperanza del confín de la tierra y del océano remoto;

Tú que afianzas los montes con tu fuerza, ceñido de poder; tú que reprimes el estruendo del mar, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos.

Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo.

Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales; riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión

Lectura Hb 13,7-9a
Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre. No os dejéis arrastrar por doctrinas complicadas y extrañas.

Responsorio
V/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.
R/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

V/. Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del Señor.
R/. He colocado centinelas.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

Cántico Evangélico

Ant: San Vicente fue consuelo de los que sufren, defensor de los huérfanos y protector de las viudas.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: San Vicente fue consuelo de los que sufren, defensor de los huérfanos y protector de las viudas.

Preces

Demos gracias a Cristo, el buen Pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle, diciendo:

Apacienta a tu pueblo, Señor

-Señor Jesucristo, que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor, haz que por ellos continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.

Apacienta a tu pueblo, Señor

-Señor Jesucristo, que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo, no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.

Apacienta a tu pueblo, Señor

-Señor Jesucristo, que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas, haz que nunca falten a tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.

Apacienta a tu pueblo, Señor

-Señor Jesucristo que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos, haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.

Apacienta a tu pueblo, Señor

Fieles a la recomendación del Salvador, digamos con filial confianza:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Final
Señor, Dios nuestro, que dotaste de virtudes apostólicas a tu presbítero san Vicente de Paúl, para que entregara su vida al servicio de los pobres y a la formación del clero, concédenos, te rogamos, que, impulsados por su mismo espíritu, amemos cuanto él amó y practiquemos sus enseñanzas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

Bendíceme oh, María Auxiliadora, que tu bendición santísima permanezca en mi en la noche y en el día, en la alegría y en la tristeza, en el trabajo y en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte y durante la eternidad.
¡Oh bendición de María Auxiliadora! Dichoso quien te la pide, recibe y guarda. Después de obtenerla aquí en la tierra la lleve en su último suspiro como prenda de vida eterna.
María auxilio de los cristianos, rogad por nosotros. Amen.

 

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