Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 66
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.
Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
Himno
Nos apremia el amor, vírgenes santas; vosotras, que seguisteis su camino,
guiadnos por las sendas de las almas que hicieron de su amar amor divino.
Esperasteis en vela a vuestro Esposo en la noche fugaz de vuestra vida,
cuando llamó a la puerta, vuestro gozo fue contemplar su gloria sin medida.
Vuestra fe y vuestro amor fue fuego ardiente que mantuvo la llama en la tardanza, vuestra antorcha encendida fielmente ha colmado de luz vuestra esperanza.
Pues gozáis ya las nupcias que el Cordero con la Iglesia de Dios ha celebrado,
no dejéis que se apague nuestro fuego en la pereza y sueño del pecado.
Demos gracias a Dios y, humildemente, pidamos al Señor que su llamada
nos encuentre en vigilia permanente, despiertos en la fe y en veste blanca. Amén.
Salmodia
Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Salmo 85:
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.
Cántico evangélico
Isaías 33, 13-16:
Los lejanos, escuchad lo que he hecho; los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sion los pecadores, y un temblor agarra a los perversos: «¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador, quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?»
El que procede con justicia y habla con rectitud y rehúsa el lucro de la opresión, el que sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias, el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto, tendrá su alcázar en un picacho rocoso, con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.
Aclamad al Rey y Señor.
Salmo 97:
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad: tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Aclamad al Rey y Señor.
Lectura breve
Ct 8,7
Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.
Responsorio breve
Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.
Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.
Tu rostro buscaré, Señor.
Buscad mi rostro.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.
Cántico Evangélico
Dichosa la virgen que, negándose a sí misma y cargando con su cruz, imitó al Señor, esposo de las vírgenes y rey de los mártires.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, os visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Dichosa la virgen que, negándose a sí misma y cargando con su cruz, imitó al Señor, esposo de las vírgenes y rey de los mártires.
Preces
Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las vírgenes, y supliquémosle diciendo:
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos
Oh, Cristo, a quien las vírgenes amaron como a su único esposo, concédenos que nada nos aparte de tu amor.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos
Tú que coronaste a María como reina de las vírgenes, concédenos, por su intercesión, servirte siempre con pureza de corazón.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos
Por intercesión de las santas vírgenes, que te sirvieron siempre con fidelidad, para alcanzar la santidad de cuerpo y alma, ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo que pasa no nos separen de tu amor eterno.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos
Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes esperaban, concédenos vivir en vela, esperando tu retorno glorioso.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos
Por intercesión de Santa Clara., que fue virgen sensata y una de las prudentes, concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la pureza de costumbres.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos
Tal como nos enseñó el Señor, terminemos nuestra oración diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración Final
Oh, Dios, que infundiste en santa Clara un profundo amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien libranos de todo peligro oh, Virgen Gloriosa y bendita.