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Laudes I oración de la mañana I miércoles 15 diciembre 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 66

Que todos los pueblos alaben al Señor

Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
El señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros, conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Que canten de alegría las naciones porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
La tierra ha dado su fruto nos bendice el Señor nuestro Dios, que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines del orbe.
Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Himno

Preparemos los caminos – ya se acerca el Salvador – y salgamos, peregrinos,
al encuentro del Señor.

Ven, Señor, a libertarnos, ven, tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir.

El rocío de los cielos sobre el mundo va a caer, el Mesías prometido,
hecho niño va a nacer.

De los montes la dulzura, de los ríos leche y miel, de la noche será aurora
la venida de Emmanuel.

Te esperamos anhelantes y sabemos que vendrás; deseamos ver tu rostro
y que vengas a reinar.

Consolaos y alegraos, desterrados de Sión, que ya viene, ya está cerca,
Él es nuestra salvación.

Salmodia

Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.

Salmo 85:

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; Tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.

Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.

Cántico

Isaías 33, 13-16:

Los lejanos, escuchad lo que he hecho; los cercanos, reconoced mi fuerza.

Temen en Sión los pecadores, y un temblor agarra a los perversos: «¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador, quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?»

El que procede con justicia y habla con rectitud y rehúsa el lucro de la opresión, el que sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias, el que cierra los ojos para no ver la maldad: ése habitará en lo alto, tendrá su alcázar en un picacho rocoso, con abasto de pan y provisión de agua.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.

Salmo 97:

Aclamad al Rey y Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad: tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Aclamad al Rey y Señor.

Lectura breve

Is 7,14b-15

Mirad: La Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa «Dios connosotros»). Comerá requesón con miel, hasta que aprenda a rechazar el mal y a escoger el bien.

Responsorio breve

V/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V/. Su gloria aparecerá sobre ti.
R/. Amanecerá el Señor.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

Cántico Evangélico

«Consolad, consolad a mi pueblo», dice vuestro Dios.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

«Consolad, consolad a mi pueblo», dice vuestro Dios.

Preces

Cristo, Palabra de Dios, ha querido acampar entre nosotros para que contemplemos su gloria; alegres, pues, con esta esperanza, digamos:

Quédate con nosotros, Oh Emmanuel.

Príncipe de la justicia y de la rectitud,
haz justicia a los pobres y desamparados.
Quédate con nosotros, Oh Emmanuel.

Rey de la paz, que de las espadas forjas arados y de las lanzas podaderas,
convierte nuestras envidias en amor y nuestra hambre de venganza en deseos de perdón.
Quédate con nosotros, Oh Emmanuel.

Tú que no juzgas por apariencias,
discierne quiénes son los que realmente te pertenecen.
Quédate con nosotros, Oh Emmanuel.

Cuando vengas en una nube con gran poder y gloria,
haz que podamos mantenernos en pie delante de ti.
Quédate con nosotros, Oh Emmanuel.

Concluyamos nuestra oración diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro Maestro:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración Final

Concédenos, Dios Todopoderoso, que la fiesta ya cercana del nacimiento de tu Hijo nos reconforte en esta vida y nos obtenga la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Dame tus ojos Madre, para saber mirar,
Si miro con tus ojos, jamás podre pecar,
Dame tus labios, Madre para poder rezar,
Si rezo con tus labios Jesús me escuchara,
Dame tus manos Madre que quiero trabajar,
Entonces mi trabajo valdrá una eternidad,
Dame tu manto Madre, que cubra mi maldad,
Cubierto con tu manto al cielo he de llegar,
Dame tu cielo madre para poder gozar,
Si tú me das el cielo, ¿Qué más voy a anhelar?
Dame a Jesús oh, Madre, para poder amar,
Esta será mi dicha, por una eternidad.
Amen.

 

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