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Laudes I oración de la mañana I miércoles 16 febrero 2022

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 23

Entrada solemne de Dios en su templo

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

¿Quién es ese Rey de la gloria? el Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Himno

¡Nacidos de la luz!, ¡Hijos del día! Vamos hacia el Señor de la mañana; su claridad disipa nuestras sombras y alegra y regocija nuestras almas.

Que nuestro Dios, el Padre de la gloria, nos libre para siempre del pecado, y podamos así, gozar la herencia que nos legó en su Hijo muy Amado.

¡Honor y gloria a Dios, Padre celeste, por medio de su Hijo Jesucristo y al don de toda luz, el Santo Espíritu, que vive por los siglos de los siglos!

Amén.

Salmodia

Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Salmo 76:

Alzo mi voz a Dios gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios, gimo, y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto:

«¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos? ¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad, o la cólera cierra sus entrañas?»

Y me digo: «¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!» Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos: ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?

Tú, oh, Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos; con tu brazo rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, oh Dios, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el estruendo de tu trueno, los relámpagos deslumbraban el orbe, la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de tus huellas:

Mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Cántico

1 Samuel 2,1-10:

Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios; mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación. No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos, no echéis por la boca arrogancias, porque el Señor es un Dios que sabe; Él es quien pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor; los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos engordan; la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía.

El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria; pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre ellos afianzó el orbe.

Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los malvados perecen en las tinieblas, porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el confín de la tierra. Él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su Ungido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

El Señor reina, la tierra goza.

Salmo 96:

El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego, abrasando en torno a los enemigos; sus relámpagos deslumbran el orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos; ante Él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra, se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor reina, la tierra goza.

Lectura breve

Rm 8,35.37

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.

Responsorio breve

V/. Bendigo al Señor en todo momento.
R/. Bendigo al Señor en todo momento.
V/. Su alabanza está siempre en mi boca.
R/. En todo momento.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Bendigo al Señor en todo momento.

Cántico Evangélico

Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días.

Preces

Oremos al Señor Jesucristo, que prometió estar con su Iglesia todos los días, hasta el fin del mundo, y digámosle confiados:

Quédate con nosotros, Señor

Quédate con nosotros, Señor, durante todo el día;
que el sol de tu gracia nunca decline en nuestras vidas
Quédate con nosotros, Señor

Te consagramos este día como oblación agradable a tus ojos,
y proponemos no hacer ni aprobar nada defectuoso
Quédate con nosotros, Señor

Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo y sal de la tierra para cuantos nos contemplen
Quédate con nosotros, Señor

Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en nuestras obras,
para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza

Quédate con nosotros, Señor

Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración final

Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos libres de todo error. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

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