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Laudes – oración de la mañana – miercoles 21 de febrero 2024

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

HIMNO

Cuando vuelvo a tí de mi pecado
iba pensando en confesar sincero
el dolor desgarrado y verdadero
del delito de haberte abandonado;

cuando pobre volvíme a tí humillado,
me ofrecí como inmundo pordiosero;
cuando, temiendo tu mirar severo,
bajé los ojos, me sentí abrazado.

Sentí mis labios por tu amor sellados
y ahogarse entre tus lágrimas divinas
la triste confesión de mis pecados.

Llenóse el alma en luces matutinas,
y, viendo ya mis males perdonados,
quise para mi frente tus espinas. Amén.

SALMODIA

Ant.1 Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.

– Salmo 35 –

El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia.»
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.

Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes,
tu justicia hasta las altas cordilleras;
tus sentencias son como el océano inmenso.

Tu socorres a los hombres y animales;
¡que inapreciable es tu misericordia, oh Dios! ;
los humanos se acogen a las sombras de tus alas.

Se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das de beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente de la vida
y tu luz nos hace ver la luz.

Prolongas tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche afuera la mano del malvado.

Han fracasado los malhechores;
derribados, no se puede levantar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.1 Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.

Ant. 2 Señor, tú eres grande tu fuerza es invencible.

Cántico
Jdt. 16, 2-3. 15 -19

¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.

Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.

Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.

Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tus presencias se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Señor, tú eres grande tu fuerza es invencible.

Ant. 3 Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

– Salmo 46 –

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilos;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió como heredad suya:
gloria a Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad, tocad
para nuestro rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

LECTURA BREVE

Dt 7,6. 8-9
El Señor tu Dios, te eligio para que fueras, entre
todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propie-
dad. Por el amor que os tiene y por mantener el jura-
mento que había hecho a vuestros padres, os sacó de
Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud,
del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así conocerás
que el Señor, tu Dios, es el Dios verdadero, el Dios fiel
que mantiene sus alianza y su favor, por mil generaciones,
con los que lo aman y guardan sus preceptos.

RESPONSORIO BREVE

V. Él me librará de la red del cazador.
R. Él me librará de la red del cazador.

V. Me cubrirá con su plumaje.
R. Él me librará de la red del cazador.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Él me librará de la red del cazador.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Esta raza es una raza perversa: pide una señal,
pero no se le dará otra señal que la de Jonás.

Cántico de Zacarías
Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Esta raza es una raza perversa: pide una señal,
pero no se le dará otra señal que la de Jonás.

PRECES.

Bendigamos al Autor de nuestra salvación, que ha
querido renovar en sí mismo todas las cosas, y
digámosle:

Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Señor, tú que nos has prometido un cielo nuevo y
una tierra nueva, renuévanos sin cesar por tu Es-
píritu Santo,
para que lleguemos a gozar eternamente de ti en
la nueva Jerusalén.

Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Que trabajemos, Señor, para que el mundo se
impregne de tu Espíritu
y se logre así más eficazmente la justicia, el amor
y la paz universal.

Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Enséñanos, Señor, a corregir nuestra pereza y
nuestra desidia y a poner nuestro corazón con los bienes eternos.

Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Líbranos del mal
y preservarnos de la fascinación de la vanidad que
oscurece la mente y oculta el bien.
Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.

Digamos al Padre, unidos a Jesús, la oración que
él nos enseñó:

Padre nuestro …

ORACIÓN.
Señor, mira complacido a tu pueblo, que con
fervor desea entregarse a una vida santa, y, ya que con
sus privaciones se esfuerza por dominar el cuerpo,
que la práctica de las buenas obras transforme su
alma. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

Oh Señora Mía, Oh Madre Mía…