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Laudes I oración de la mañana I miércoles 23 febrero 2022

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque Él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía.
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Mása en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.»»
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Himno

«Quien entrega su vida por amor, la gana para siempre», dice el Señor.

Aquí el bautismo proclama su voz de gloria y de muerte. Aquí la unción se hace fuerte
contra el cuchillo y la llama.

Mirad cómo se derrama mi sangre por cada herida.

Si Cristo fue mi comida, dejadme ser pan y vino en el lagar y en el molino donde me arrancan la vida.

Salmodia

Ant: Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.

Salmo 85:

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.

Ant: Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.

Cántico. Isaías 33, 13-16:

Los lejanos, escuchad lo que he hecho; los cercanos, reconoced mi fuerza.

Temen en Sión los pecadores, y un temblor agarra a los perversos: «¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador, quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?»

El que procede con justicia y habla con rectitud y rehúsa el lucro de la opresión, el que sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad: ése habitará en lo alto, tendrá su alcázar en un picacho rocoso, con abasto de pan y provisión de agua.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.

Ant: Aclamad al Rey y Señor.

Salmo 97:

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad: tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Aclamad al Rey y Señor.

Lectura breve

2Co 1,3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo.

Responsorio breve

V/. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R/. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V/. Él es mi salvación.
R/. Y mi energía.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. El Señor es mi fuerza y mi energía.

Cántico Evangélico

Ant: Hace ochenta y seis años que sirvo a Jesucristo, y de él sólo he recibido bienes; ¿cómo puedo maldecir a mi Rey y Salvador?

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Ant: Hace ochenta y seis años que sirvo a Jesucristo, y de él sólo he recibido bienes; ¿cómo puedo maldecir a mi Rey y Salvador?

Preces

Celebremos, amados hermanos, a nuestro Salvador, el testigo fiel, y, al recordar hoy a los santos mártires que murieron a causa de la palabra de Dios, aclamémoslo, diciendo:

Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Por la intercesión de los santos mártires, que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Por la intercesión de los santos mártires, que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y la constancia de la fe.
Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Por la intercesión de los santos mártires, que, soportando la cruz, siguieron tus pasos, concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Por la intercesión de los santos mártires, que lavaron su manto en la sangre del Cordero, concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.

Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración final

Dios de todas las criaturas, que te has dignado agregar a san Policarpo, tu obispo, al número de los mártires, concédenos, por su intercesión, participar con él en la pasión de Cristo, y resucitar a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro oh, Virgen Gloriosa y bendita.

Amén.

 

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