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Laudes I oración de la mañana I miércoles 24 noviembre 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99

Alegría de los que entran en el templo

Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
El Señor es bueno su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Himno

Testigos de amor de Cristo Señor, mártires santos.

Rosales en flor, de Cristo el olor, mártires santos.

Palabras en luz de Cristo Jesús, mártires santos.

Corona inmortal de Cristo total, mártires santos.
Amén.

Salmodia

Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Salmo 76

Alzo mi voz a Dios gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos, recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto:

«¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad, o la cólera cierra sus entrañas?»

Y me digo: «¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!»
Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos: ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?

Tú, oh, Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, oh Dios, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el estruendo de tu trueno, los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas: Mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Cántico

1 Samuel 2,1-10

Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios; mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación. No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos, no echéis por la boca arrogancias, porque el Señor es un Dios que sabe; Él es quien pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía.

El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria; pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre ellos afianzó el orbe.

Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los malvados perecen en las tinieblas, porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el confín de la tierra. Él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su Ungido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

El Señor reina, la tierra goza.

Salmo 96

El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de Él avanza fuego, abrasando en torno a los enemigos; sus relámpagos deslumbran el orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos; ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra, se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor; porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libras de los malvados.

Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor reina, la tierra goza.

Lectura breve

2Co 1,3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo.

Responsorio breve

V/. Los justos viven eternamente.
R/. Los justos viven eternamente.
V/. Reciben de Dios su recompensa.
R/. Viven eternamente.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Los justos viven eternamente.

Cántico Evangélico

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.

Preces

Celebremos, amados hermanos, a nuestro Salvador, el testigo fiel, y, al recordar hoy a los santos mártires que murieron a causa de la palabra de Dios, aclamémoslo, diciendo:

Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Por la intercesión de los santos mártires, que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Por la intercesión de los santos mártires, que proclamaron la fe hasta derramar su sangre, concédenos, Señor, la integridad y la constancia de la fe.
Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Por la intercesión de los santos mártires, que, soportando la cruz, siguieron tus pasos, concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Por la intercesión de los santos mártires, que lavaron su manto en la sangre del Cordero, concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Nos has comprado, Señor, con tu sangre

Fieles a la recomendación de El Salvador, digamos con filial confianza:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración final

Oh, Dios, fuente y origen de toda paternidad, tú hiciste que los santos mártires Andrés y sus compañeros fueran fieles a la cruz de Cristo, con una fidelidad que llegó hasta el derramamiento de su sangre; concédenos, por su intercesión, que difundamos tu amor entre nuestros hermanos y que nos llamemos y seamos de verdad hijos tuyos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.

A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.

Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.
Amen.

 

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