Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque Él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Mása en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.»»
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Himno
Estrella nunca vista se aparece a los remotos magos orientales, y, al juzgar de los fuegos celestiales, otra lumbre mayor los esclarece.
Nacido sacro Rey se les ofrece, con nuevas maravillas y señales, para que reverentes y leales la obediencia le den como merece.
Parten llevados de la luz y el fuego, del fuego de su amor; luz que los guía
con claridad ardiente y soberana.
Subió al trono de Dios el pío ruego, y, llenos de firmísima alegría,
vieron la luz de Dios por nube humana.
Gloria y loores por la eternidad tribútense a la Santa Trinidad.
Amén.
Salmodia
Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Salmo 91:
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Dad gloria a nuestro Dios.
Cántico
Deuteronomio 32,1-12:
Escuchad, cielos, y hablaré; oye, tierra, los dichos de mi boca; descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío mi palabra, como llovizna sobre la hierba, como orvallo sobre el césped.
Voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a nuestro Dios. Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos, es un Dios fiel, sin maldad;
es justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán: Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad y distribuía a los hijos de Adán, trazando las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios, la porción del Señor fue su pueblo, Jacob fue el lote de su heredad.
Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos: lo rodeó cuidando de él, lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo, no hubo dioses extraños con Él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Dad gloria a nuestro Dios.
¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
Salmo 8:
Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar.
Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre, en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
Lectura breve
Sb 7, 26-27
La Sabiduría es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. Aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, todo lo renueva, en todas las edades entra en las almas santas y forma en ellas amigos de Dios y profetas.
Responsorio breve
V. Se postrarán ante Él todos los reyes.
R. Se postrarán ante Él todos los reyes.
V. Todos los pueblos le servirán.
R. Y todos los reyes.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Se postrarán ante Él todos los reyes.
Cántico evangélico
En Caná de Galilea dio Jesús la primera señal por la que reveló su gloria.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
En Caná de Galilea dio Jesús la primera señal por la que reveló su gloria.
Preces
Glorifiquemos a Cristo, imagen del Dios verdadero, y digamos con fe:
Cristo, Hijo de Dios, escúchanos.
Hijo de Dios, que nos has manifestado el amor del Padre, haz que los hombres puedan descubrir en nuestro amor fraterno el amor con que Dios nos ama.
Cristo, Hijo de Dios, escúchanos.
Tú que te has revelado como Señor de la vida, danos parte en la plenitud de tu vida divina.
Cristo, Hijo de Dios, escúchanos.
Haz que reproduzcamos siempre tu muerte en nuestros cuerpos, para que en nuestro vivir se manifieste también tu vida.
Cristo, Hijo de Dios, escúchanos.
Ilumina nuestros corazones con tu luz, para que, a través de nosotros, resplandezca la gloria de Dios.
Cristo, Hijo de Dios, escúchanos.
Como Jesucristo, también nosotros somos hijos de Dios; por eso con él nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, que por medio de tu Hijo has transformado a la humanidad en una nueva criatura, concédenos, por tu gracia, participar siempre de la naturaleza divina de aquel que ha llevado hasta ti nuestra naturaleza humana Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del Cielo siempre abierta,
estrella del mar.
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permaneces siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores.