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Laudes I oración de la mañana I sábado 15 enero 2022

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99

Alegría de los que entran en el templo

Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
El Señor es bueno su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.

Himno

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, salimos de la noche y estrenamos la aurora; saludamos el gozo de la luz que nos llega resucitada y resucitadora.

Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría, y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia; silabeas el alba igual que una palabra, tu pronuncias el mar como sentencia.

Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria, acude a su trabajo, madruga a sus dolores; le confías la tierra, y a la tarde la encuentras rica de pan y amarga de sudores.

Y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas en sus pequeñas manos tus manos poderosas, y estáis de cuerpo entero los dos así creando, los dos así velando por las cosas.

¡Bendita la mañana que trae la noticia de tu presencia joven, en gloria y poderío, la serena certeza con que el día proclama que el sepulcro de Cristo está vacío!
Amén.

Salmodia

Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.

Salmo 118,145-152:

Te invoco de todo corazón: respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes; a ti grito: sálvame, y cumpliré tus decretos; me adelanto a la aurora pidiendo auxilio, esperando tus palabras.

Mis ojos se adelantan a las vigilias, meditando tu promesa; escucha mi voz por tu misericordia, con tus mandamientos dame vida; ya se acercan mis inicuos perseguidores, están lejos de tu voluntad.

Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables; hace tiempo comprendí que tus preceptos los fundaste para siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.

Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.

Cántico

Éxodo 15,1-4.8-13.17-18:

Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación.

Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. El Señor es un guerrero, su nombre es «El Señor.»

Los carros del Faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.

Al soplo de tu nariz, se amontonaron las aguas, las corrientes se alzaron como un dique, las olas se cuajaron en el mar.

Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré, repartiré el botín, se saciará mi codicia, empuñaré la espada, los agarrará mi mano.»

Pero sopló tu aliento, y los cubrió el mar, se hundieron como plomo en las aguas formidables.

¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos, temible por tus proezas, autor de maravillas?

Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra; guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado, los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.

Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.

Alabad al Señor, todas las naciones.

Salmo 116:

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Alabad al Señor, todas las naciones.

Lectura breve
2P 1,10-11

Hermanos, poned más empeño todavía en consolidar vuestra vocación y elección. Si hacéis así, nunca jamás tropezaréis; de este modo se os concederá generosamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y salvador Jesucristo.

Responsorio breve

V/. A ti grito, Señor: tú eres mi refugio.
R/. A ti grito, Señor: tú eres mi refugio.
V/. Mi heredad en el país de la vida.
R/. Tú eres mi refugio.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. A ti grito, Señor: tú eres mi refugio.

Cántico Evangélico

Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

Preces

Bendigamos a Cristo, que, para ser ante Dios el sumo sacerdote compasivo y fiel, quiso parecerse en todo, menos en el pecado, a sus hermanos, y supliquémosle, diciendo:

Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor

Señor, Sol de justicia, que nos iluminaste en el bautismo,
te consagramos este nuevo día.
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor

Que sepamos bendecirte en cada uno de los momentos de nuestra jornada
y glorifiquemos tu nombre con cada una de nuestras acciones.
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor

Tú que tuviste por madre a María, siempre dócil a tu palabra,
encamina hoy nuestros pasos, para que obremos también, como ella, según tu voluntad.
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor

Haz que, mientras vivimos aún en este mundo que pasa, anhelemos la vida eterna y, por la fe, la esperanza y el amor, gustemos ya anticipadamente las delicias de tu reino.
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor

Con la misma confianza que tienen los hijos con su padres, acudamos nosotros a nuestro Dios, diciéndole:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración final

Te pedimos, Señor, que la claridad de la resurrección de tu Hijo ilumine las dificultades de nuestra vida; que no temamos ante la oscuridad de la muerte y podamos llegar un día a la luz que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Dame tus ojos Madre, para saber mirar,
Si miro con tus ojos, jamás podre pecar,
Dame tus labios, Madre para poder rezar,
Si rezo con tus labios Jesús me escuchara,
Dame tus manos Madre que quiero trabajar,
Entonces mi trabajo valdrá una eternidad,
Dame tu manto Madre, que cubra mi maldad,
Cubierto con tu manto al cielo he de llegar,
Dame tu cielo madre para poder gozar,
Si tú me das el cielo, ¿Qué más voy a anhelar?
Dame a Jesús oh, Madre, para poder amar,
Esta será mi dicha, por una eternidad.
Amen.

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