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Laudes – oración de la mañana – sábado 15 octubre 2022

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén

Salmo 66

Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

Que canten de alegría las naciones, porque riges al mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines del orbe.
Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.

Himno
Veisme aquí, mi dulce Amor, amor dulce, veisme aquí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma, mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición; dulce Esposo y redención, pues por vuestra me ofrecí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida: dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí: ¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración, si no, dadme sequedad, si abundancia y devoción, y si no esterilidad.

Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar.
Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando. Amén.

Salmodia

Ant: Es bueno tocar para tu nombre, oh Altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.

Salmo 91

Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Es bueno tocar para tu nombre, oh Altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.

Ant: Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo.

Ezequiel 36, 24-28:

Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo.

Ant: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.

Salmo 8
Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar.

Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre, en toda la tierra!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.

Lectura breve Sb 7,7-8
Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza.

V/. Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.
R/. Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.

V/. Tu rostro buscaré, Señor.
R/. Buscad mi rostro.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.

Cántico Evangélico

Ant: Ésta es la virgen prudente que, unida a Cristo, resplandece como el sol en el reino celestial.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Ésta es la virgen prudente que, unida a Cristo, resplandece como el sol en el reino celestial.

Preces
Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las vírgenes, y supliquémosle diciendo:

Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos

-Oh Cristo, a quien las vírgenes amaron como a su único esposo, concédenos que nada nos aparte de tu amor.

-Tú que coronaste a María como reina de las vírgenes, concédenos, por su intercesión, servirte siempre con pureza de corazón.

-Por intercesión de las santas vírgenes, que te sirvieron siempre con fidelidad, para alcanzar la santidad de cuerpo y alma, ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo que pasa no nos separen de tu amor eterno.

-Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes esperaban, concédenos vivir en vela, esperando tu retorno glorioso.

-Por intercesión de santa Teresa de Jesús, que fue virgen sensata y una de las prudentes, concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la pureza de costumbres.

Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre, como nos enseñó el Señor.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Final
Señor, Dios nuestro, que por tu Espíritu has suscitado a santa Teresa de Ávila, para mostrar a tu Iglesia el camino de la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nosotros el deseo de la verdadera santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

 

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