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Laudes – oración de la mañana – viernes 11 octubre 2022

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Aclamemos a nuestro Dios, en esta celebración de san Martín.

Himno

Cristo, cabeza, rey de los pastores, el pueblo entero, madrugando a fiesta, canta a la gloria de tu sacerdote himnos sagrados.

Con abundancia de sagrado crisma, la unción profunda de tu Santo Espíritu le armó guerrero y le nombró en la Iglesia jefe del pueblo.

Él fue pastor y forma del rebaño, luz para el ciego, báculo del pobre, padre común, presencia providente, todo de todos.

Tú que coronas sus merecimientos, danos la gracia de imitar su vida, y al fin, sumisos a su magisterio, danos su gloria. Amén.

Salmodia

Ant: Martín, sacerdote de Dios, te han sido abiertos el cielo y el reino de mi Padre.
Salmo 50:

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Martín, sacerdote de Dios, te han sido abiertos el cielo y el reino de mi Padre.

Ant: Con los ojos y las manos continuamente levantados al cielo, no cejaba en la oración. Aleluya.

Tobías 13,10-13.15.16b-17a:

Que todos alaben al Señor y le den gracias en Jerusalén.
Jerusalén, ciudad santa, él te castigó por las obras de tus hijos, pero volverá a apiadarse del pueblo justo.

Da gracias al Señor como es debido y bendice al rey de los siglos, para que su templo sea reconstruido con júbilo,

Para que él alegre en ti a todos los desterrados, y ame en ti a todos los desgraciados, por los siglos de los siglos.

Una luz esplendente iluminará a todas las regiones de la tierra.
Vendrán a ti de lejos muchos pueblos, y los habitantes del confín de la tierra vendrán a visitar al Señor, tu Dios, con ofrendas para el rey del cielo.

Generaciones sin fin cantarán vítores en tu recinto, y el nombre de la elegida durará para siempre.

Saldrás entonces con júbilo al encuentro del pueblo justo, porque todos se reunirán para bendecir al Señor del mundo.

Dichosos los que te aman, dichosos los que te desean la paz.

Bendice, alma mía, al Señor, al rey soberano, porque Jerusalén será reconstruida y, allí, su templo para siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Con los ojos y las manos continuamente levantados al cielo, no cejaba en la oración. Aleluya.

Ant: Martín, lleno de alegría, fue recibido en el seno de Abraham; Martín, pobre y humilde, entró en el cielo, cargado de riquezas. Aleluya.

Salmo 147

Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas y con el frío congela las aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Martín, lleno de alegría, fue recibido en el seno de Abraham; Martín, pobre y humilde, entró en el cielo, cargado de riquezas. Aleluya.

Lectura Hb 13,7-8
Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.

Responsorio

V/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.
R/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

V/. Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del Señor.
R/. He colocado centinelas.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

Cántico Evangélico

Ant: ¡Oh varón dichoso, cuya alma posee ya el paraíso! Por ello, se alegran los ángeles, se regocijan los arcángeles; y el coro de los santos y la multitud de las vírgenes lo aclaman diciendo: «Quédate con nosotros para siempre.»

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: ¡Oh varón dichoso, cuya alma posee ya el paraíso! Por ello, se alegran los ángeles, se regocijan los arcángeles; y el coro de los santos y la multitud de las vírgenes lo aclaman diciendo: «Quédate con nosotros para siempre.»

Preces

Demos gracias a Cristo, el buen Pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle, diciendo:

Apacienta a tu pueblo, Señor

-Señor Jesucristo, que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor, haz que por ellos continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.

-Señor Jesucristo, que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo, no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.

-Señor Jesucristo, que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas, haz que nunca falten a tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.

-Señor Jesucristo que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos, haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.

Con la misma confianza que tienen los hijos con sus padres, acudamos nosotros a nuestro Dios diciéndole:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Final
Oh Dios, que fuiste glorificado con la vida y la muerte de tu obispo san Martín de Tours, renueva en nuestros corazones las maravillas de tu gracia, para que ni la vida ni la muerte puedan apartarnos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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