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Laudes – oración de la mañana – viernes 20 enero 2023

Laudes

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V/ Señor, abre mis labios.
R/ Y mi boca proclamará tu alabanza.

Salmo 94:
Invitación a la alabanza divina

El Señor es bueno, bendecid su nombre.

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
El Señor es bueno, bendecid su nombre.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque Él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
El Señor es bueno, bendecid su nombre.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía.
El Señor es bueno, bendecid su nombre.

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Mása en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
El Señor es bueno, bendecid su nombre.

Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.»»
El Señor es bueno, bendecid su nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor es bueno, bendecid su nombre.

Himno

Te doy gracias, Señor, ¡Tanto estabas enojado conmigo! Tú eres un Dios de amor,
y ahora soy tu amigo, te busco a cada instante y te persigo.

Eres tú mi consuelo, tú eres el Dios que salva y da la vida; eres todo el anhelo
de esta alma que va herida, ansiándote sin tasa ni medida.

En mi tierra desierta, Tú de la salvación eres la fuente; eres el agua eterna
que se vuelve torrente, y el corazón arrasa dulcemente.

¡Quiero escuchar tu canto! ¡Que tu palabra abrace mi basura con alegría y llanto!
¡Que mi vida futura espejo sea sin fin de tu hermosura!
Amén.

Salmodia

Un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo desprecias, Señor.

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, ¡Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.

En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.

Cántico
Habacuc 3, 2-4. 13a.15-19

Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra. En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala; en el terremoto, acuérdate de la misericordia.

El Señor viene de Temán; el Santo, del monte Farán: su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza; su brillo es como el día, su mano destella velando su poder.

Sales a salvar a tu pueblo, a salvar a tu ungido; pisas el mar con tus caballos, revolviendo las aguas del océano.

Lo escuché y temblaron mis entrañas, al oírlo se estremecieron mis labios; me entró un escalofrío por los huesos, vacilaban mis piernas al andar; gimo ante el día de angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.

Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza, Él me da piernas de gacela y me hace caminar por las alturas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.

Glorifica al Señor, Jerusalén.

Salmo 147

Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas y con el frío congela las aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Glorifica al Señor, Jerusalén.

Lectura breve
Ef 2,13 -16

Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca de los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos en Él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en Él, al odio.

Responsorio breve

V/. Invoco al Dios altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
R/. Invoco al Dios altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
V/. Desde el cielo me enviará la salvación.
R/. Al Dios que hace tanto por mí.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Invoco al Dios altísimo, al Dios que hace tanto por mí.

Cántico Evangélico
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto.

Preces

Adoremos a Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ofreció a Dios como sacrificio sin mancha, para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, y digámosle con fe:

Nuestra paz, Señor, es cumplir tu voluntad.

Tú que nos has dado la luz del nuevo día, concédenos también caminar por sendas de vida nueva. muertas, y digámosle con fe: Nuestra paz, Señor, es cumplir tu voluntad.

Tú que todo lo has creado con tu poder, y con tu providencia lo conservas todo, ayúdanos a descubrirte presente en todas tus criaturas.

Nuestra paz, Señor, es cumplir tu voluntad.

Tú que has sellado con tu sangre un pacto nuevo y eterno,
haz que, obedeciendo siempre tus mandatos, permanezcamos fieles a esa alianza.
Nuestra paz, Señor, es cumplir tu voluntad.

Tú que, colgado en la cruz, quisiste que de tu costado manara agua con la sangre, purifica con esta agua nuestros pecados y alegra con este manantial a la ciudad de Dios.
Nuestra paz, Señor, es cumplir tu voluntad.

Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó el Señor:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración final

Señor, Dios todopoderoso, te pedimos nos concedas que, del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina, así las podamos cantar también plenamente, en la asamblea de tus santos, por toda la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Dios te salve, a ti clamamos los desterrados hijos de
Eva; a ti suspiramos, gimiendo
y llorando en este
valle de lágrimas. Ea, pues, Señora
abogada nuestra, vuelve a nosotros
esos tus ojos misericordiosos y,
después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente! ¡oh piadosa!
¡oh dulce Virgen María!
Ruega por nosotros santa Madre de Dios
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor
Jesucristo.
Amén

 

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