Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 66:
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.
Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
Himno:
El pueblo que fue cautivo y que tu mano libera no encuentra mayor palmera ni abunda en mejor olivo. Viene con aire festivo para enramar tu victoria, y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano: ni tu poder más a mano ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor! Gritad: «¡Hosanna!», y haceos, como los niños hebreos al paso del Redentor. ¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor!
¡Amén!
Salmodia:
Una gran multitud de gente, que había ido a la fiesta, aclamaba al Señor: Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
Salmo 117:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: «la diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa».
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Una gran multitud de gente, que había ido a la fiesta, aclamaba al Señor: Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
Con los ángeles y los niños cantemos al triunfador de la muerte: Hosanna en el cielo.
Daniel 3,52-57:
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, santo y glorioso: a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo: a ti honor y alabanza por los siglos. Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Con los ángeles y los niños cantemos al triunfador de la muerte: Hosanna en el cielo.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Paz en la tierra y gloria en lo alto.
Salmo 150:
Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras.
Alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas.
Alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Paz en la tierra y gloria en lo alto.
Lectura breve:
Za 9,9
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
Responsorio breve:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre. Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
De toda raza, lengua, pueblo y nación. Con tu sangre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Cántico evangélico:
Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: Bendito eres, Señor.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: Bendito eres, Señor.
Preces:
Adoremos a Cristo, que, al entrar en Jerusalén, fue aclamado por las multitudes como Rey y Mesías, acojámosle también nosotros con gozo, diciendo:
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna a ti, Hijo de David y Rey eterno.
Hosanna a ti, vencedor de la muerte y del mal. Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria. Conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida. Haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol. Salvador nuestro que viniste a salvar a los pecadores. Conduce a tu reino a los que en ti creen, esperan y te aman.
Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello, nos atrevemos a decir: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Oración final:
Dios todopoderoso y eterno, tú quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz, para mostrar al género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad; concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio, y que un día participemos en su gloriosa resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!
Salve, Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve puerta que dio paso a nuestra luz; alégrate, Virgen Gloriosa, entre todas la más bella; salve, Agraciada Doncella, ruega a Cristo por nosotros.
¡Amén!