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Laudes I oración de la mañana I jueves 11 de marzo 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!

¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99

¡Alegría de los que entran en el templo!

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Entrad por sus puertas con acción de gracias,  por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. 

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Himno:

Pastor que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño.

Tú que hiciste cayado de ese leño, en que tiendes los brazos poderoso.

Vuelve los ojos a mi fe piadosos, pues te confieso por mi amor y dueño,

y la palabra de seguirte empeño, tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres, no te espante el rigor de mis pecados,

pues tan amigo de rendidos eres. 

Espera, pues, y escucha mis cuidados, pero ¿cómo te digo que me esperes,

si estás para esperar los pies clavados? 

¡Amén!

Salmodia:

¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!

Salmo 86:

Él la ha cimentado sobre el monte santo;

y el Señor prefiere las puertas de Sión

a todas las moradas de Jacob.

¡Qué pregón tan glorioso para ti,

ciudad de Dios!

Contaré a Egipto y a Babilonia

entre mis fieles;

filisteos, tirios y etíopes

han nacido allí.

Se dirá de Sión: uno por uno

todos han nacido en ella;

el Altísimo en persona la ha fundado.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:

Este ha nacido allí.

Y cantarán mientras danzan:

todas mis fuentes están en ti.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!

¡El Señor llega con poder y su recompensa lo precede! 

Cántico:

Isaías 40: 10 – 17 

Mirad, el Señor Dios llega con poder,

y su brazo manda.

Mirad, viene con él: su salario,

y su recompensa lo precede.

Como un pastor que apacienta el rebaño,

su brazo lo reúne,

toma en brazos los corderos

y hace recostar a las madres.

¿Quién ha medido a puñados el mar

o mensurado a palmos el cielo,

o a cuartillos el polvo de la Tierra?

¿Quién ha pesado en la balanza los montes

y en la báscula las colinas?

¿Quién ha medido el aliento del Señor?

¿Quién le ha sugerido su proyecto?

¿Con quién se aconsejó para entenderlo,

para que le enseñara el camino exacto,

para que le enseñara el saber

y le sugiriese el método inteligente?

Mirad, las naciones son gotas de un cubo

y valen lo que el polvillo de balanza.

Mirad, las islas pesan lo que un grano,

el Líbano no basta para leña,

sus fieras no bastan para el holocausto.

En su presencia, las naciones todas

como si no existieran, son ante 

él como nada y vacío.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡El Señor llega con poder y su recompensa lo precede!

¡Ensalzad  al Señor, Dios nuestro; postraos ante el estrado de sus pies! 

Salmo 98:

El Señor reina, tiemblen las naciones;

sentado sobre querubines, vacile la Tierra.

El Señor es grande en Sión,

encumbrado sobre todos los pueblos.

Reconozcan tu nombre, grande y terrible:

Él es santo.

Reinas con poder y amas la justicia,

tú has establecido la rectitud;

tú administras la justicia y el derecho,

tú actúas en Jacob.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro,

postraos ante el estrado de sus pies:

Él es santo.

Moisés y Aarón con sus sacerdotes,

Samuel con los que invocan su nombre,

invocaban al Señor, y él respondía.

Dios les hablaba desde la columna de nube;

oyeron sus mandatos y la ley que les dio.

Señor, Dios nuestro, tú les respondías,

tú eras para ellos un Dios de perdón,

y un Dios vengador de sus maldades.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro;

postraos ante su monte santo:

Santo es el Señor, nuestro Dios.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡Ensalzad  al Señor, Dios nuestro; postraos ante el estrado de sus pies! 

Lectura breve:

Primera de reyes 8:51ª. 52 – 53ª

Nosotros somos, Señor, tu pueblo y tu heredad; ten los ojos abiertos ante la súplica de tu siervo, ante la súplica de tu pueblo Israel para atendernos siempre que te invoquemos,  pues, entre todas las naciones del mundo, tú nos apartaste  como heredad.

Responsorio breve:

Él me librará de la red del cazador.

Él me librará de la red del cazador.

Me cubrirá con sus plumas.

De la red del cazador.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Él me librará de la red del cazador!

Cántico evangélico:

¡Si yo echo a los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros!

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre:  Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡Si yo echo a los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros!

Preces:

Glorifiquemos a Cristo, nuestro Señor, que resplandece como luz del mundo para que no caminemos en tinieblas, sino que tengamos la luz de la vida, y digámosle:

¡Qué tu palabra, Señor, sea luz para nuestros pasos!

Cristo, amigo de los hombres, haz que sepamos progresar hoy en tu imitación.

Para que lo que perdimos por culpa del primer Adán lo recuperemos en ti, nuestro segundo Adán.

 Que tu palabra sea siempre luz en nuestro sendero.

Para que, realizando siempre la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en ti.

 Enséñanos, Señor, a trabajar por el bien de todos los hombres.

Para que así, la Iglesia, ilumine a toda la sociedad humana.

 Que por nuestra sincera conversión crezcamos en tu amistad.

Y expiemos  las faltas cometidas contra tu bondad y tu sabiduría.

Acudamos ahora a nuestro Padre Celestial diciendo:

¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; 

danos, hoy,  nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

Oración final:

Te pedimos humildemente, Señor, que a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

¡Amén!

Dulce Madre, no te alejes; tu vista de nosotros, no apartes; ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes, y ya que nos amas tanto, como verdadera madre que eres,  haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

¡Amén!

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