Laudes
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Salmo 23:
Entrada solemne de Dios en su templo. Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe, y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne El hombre de manos inocentes, y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso; ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria. Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra. Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
¡Portones!, alzad los dinteles, Levantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria. Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria. Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
Venid, adoremos a la Palabra que se hizo carne
Himno:
¡Oh virginal doncella de tu nombre purísimo, María, cuando la blanca estrella
renace con el día, las aves cantarán la letanía!
Cumpliendo la promesa resplandeció tu integridad suave, y todo el cielo pesa,
con indulgencia grave, sobre la fiel salutación del «Ave».
Si en tu virtud sencilla la Trinidad perfecta se gozaba, hincando la rodilla
el arcángel mostraba la gracia del amor que le enviaba.
Tú, Virgen florecida, diste el milagro de tu aroma al viento, y el aura agradecida
que recogió tu acento vistió de alegre luz el aposento.
Sube el arcángel alto restaurando la paz amanecida, y al tierno sobresalto de su alada subida te llamarán los siglos escogida.
¡Amén!
Salmodia:
El ángel Gabriel fue enviado a María Virgen, desposada con José.
Salmo 62,2-9
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
El ángel Gabriel fue enviado a María Virgen, desposada con José.
Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
Cántico:
Daniel 3,57-88.56
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor. Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos. Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
La Virgen concibió por la palabra, virgen permaneció, virgen dio a luz al Salvador.
Salmo 149:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos.
Para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
La Virgen concibió por la palabra, virgen permaneció, virgen dio a luz al Salvador.
Lectura breve:
Flp 2,6-7
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos y actuando como un hombre cualquiera.
Responsorio breve:
Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
El Señor está contigo.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Alégrate, María, llena de gracia,
el Señor está contigo.
Cántico evangélico:
Dios, por el gran amor con que nos amó, envió a su Hijo encarnado en una carne pecadora como la nuestra.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Cómo era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
Dios, por el gran amor con que nos amó, envió a su Hijo encarnado en una carne pecadora como la nuestra.
Preces:
Los que celebramos hoy el principio de nuestra salvación en la Anunciación del Señor, oremos jubilosos:
Interceda por nosotros la santa Madre de Dios.
Como la Virgen María recibió con gozo el anuncio del ángel.
Haz, ¡oh Dios!, que nosotros recibamos de buen grado a nuestro Salvador.
Tú que miraste la humillación de tu esclava.
Acuérdate y compadécete, Padre misericordioso, de todos nosotros.
De igual manera que la nueva Eva se sometió a tu Palabra divina.
Así se haga en nosotros según tu voluntad.
Que Santa María socorra a los pobres, ayude a los débiles, consuele a los tristes.
Ruegue por el pueblo, interceda por el clero y por las vírgenes consagradas al Señor.
Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo nos enseñó:
¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!
Oración final:
Señor, tú has querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen María; concédenos, en tu bondad, que cuantos confesamos a nuestro Redentor, como Dios y como hombre verdadero, lleguemos a hacernos semejantes a él en su naturaleza divina.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!
Dame tus ojos, Madre, para saber mirar, si miro con tus ojos jamás podré pecar; dame tus labios, Madre, para poder rezar, si rezo con tus labios Jesús me escuchará; dame tus manos, Madre, que quiero trabajar, entonces mi trabajo valdrá una eternidad; dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad, cubierto con tu manto al cielo he de llegar; dame tu cielo, Madre, para poder gozar, si tú me das el cielo que más puedo anhelar; dame a Jesús, ¡oh Madre!, para poder amar, esta será mi dicha por una eternidad.
¡Amén!