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Laudes I oración de la mañana I jueves 25 febrero 2021

Laudes

¡Señor, abre mis labios!

¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99

¡Alegría de los que entran en el templo!

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Entrad por sus puertas con acción de gracias,  por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Himno:

Pastor que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño,

tú que hiciste cayado de ese leño, en que tiendes los brazos poderosos.

Vuelve los ojos a mi fe piadosos, pues te confieso por mi amor y dueño,

y la palabra de seguirte empeño, tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres, no te espante el rigor de mis pecados,

pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados, pero ¿cómo te digo que me esperes,

si estás para esperar los pies clavados?

¡Amén!

Salmodia

¡Despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora!

Salmo 56:

Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti;

me refugio a la sombra de tus alas mientras pasa la calamidad.

Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí:

desde el cielo me enviará la salvación, confundirá a los que ansían matarme,

enviará su gracia y su lealtad.

Estoy echado entre leones devoradores de hombres;

sus dientes son lanzas y flechas, su lengua es una espada afilada.

Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la Tierra tu gloria.

Han tendido una red a mis pasos para que sucumbiera;

me han cavado delante una fosa, pero han caído en ella.

Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.

Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía;

despertad, cítara y arpa, despertaré a la aurora.

Te daré gracias ante los pueblos, Señor;

tocaré para ti ante las naciones:

por tu bondad, que es más grande que los cielos;

por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,

y llene la Tierra tu gloria.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Cómo era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora!

¡Mi pueblo se saciará de mis bienes, dice el Señor!

Cántico:

Jeremías 31, 10 – 14

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,

anunciadla en las islas remotas:

El que dispersó a Israel lo reunirá,

lo guardará como pastor a su rebaño;

porque el Señor redimió a Jacob,

lo rescató de una mano más fuerte.

Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,

afluirán hacia los bienes del Señor:

hacia el trigo y el vino y el aceite,

y los rebaños de ovejas y de vacas;

su alma será como un huerto regado,

y no volverán a desfallecer.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,

gozarán los jóvenes y los viejos;

convertiré su tristeza en gozo,

los alegraré y aliviaré sus penas;

alimentaré a los sacerdotes con enjundia,

y mi pueblo se saciará de mis bienes.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Cómo era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Mi pueblo se saciará de mis bienes, dice el Señor!

¡Grande es el señor, y muy digno de alabanza, en la ciudad de nuestro Dios!

Salmo 47:

Grande es el Señor, y muy digno de alabanz,

en la ciudad de nuestro Dios;

su monte santo, altura hermosa,

alegría de toda la tierra/

el monte Sión, vértice del cielo,

ciudad del gran rey;

entre sus palacios,

Dios descuella como un alcázar.

Mirad: los reyes se aliaron

para atacarla juntos;

pero, al verla, quedaron aterrados

y huyeron despavoridos.

Allí los agarró un temblor

y dolores como de parto;

como un viento del desierto,

que destroza las naves de Tarsis.

Lo que habíamos oído lo hemos visto

en la ciudad del Señor de los ejércitos,

en la ciudad de nuestro Dios:

que Dios la ha fundado para siempre.

¡Oh Dios!, meditamos tu misericordia

en medio de tu templo:

como tu renombre, ¡oh Dios!, tu alabanza

llega al confín de la Tierra.

Tu diestra está llena de justicia:

el monte Sión se alegra,

las ciudades de Judá se gozan

con tus sentencias.

Dad la vuelta en torno a Sión,

contando sus torreones;

fijaos en sus baluartes,

observad sus palacios.

Para poder decirle a la próxima generación:

Éste es el Señor, nuestro Dios.

Él nos guiará por siempre jamás.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Cómo era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Grande es el señor, y muy digno de alabanza, en la ciudad de nuestro Dios!

Lectura breve:

Primera de reyes 8, 51a – 52 al  53a

Nosotros somos, Señor, tu pueblo y tu heredad; ten los ojos abiertos ante la súplica de tu siervo, ante la súplica de tu pueblo  Israel para atendernos siempre que te invoquemos,  pues, entre todas las naciones del mundo tú nos apartaste como heredad.

Responsorio breve:

Él me librará de la red del cazador.

Él me librará de la red del cazador.

Me cubrirá con sus plumas.

De la red del cazador.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Él me librará de la red del cazador!

Cántico evangélico:

¡Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre:  Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Cómo era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!

Preces:

Glorifiquemos a Cristo, nuestro Señor, que resplandece como luz del mundo para que  no caminemos en tinieblas, sino que tengamos la luz de la vida, y digámosle:

Que tu palabra, Señor, sea luz para nuestros pasos.

Cristo, amigo de los hombres,haz que sepamos progresar hoy en tu imitación.

Para que lo que perdimos por culpa del primer Adán lo recuperemos en ti, nuestro segundo Adán.

Que tu palabra sea siempre luz en nuestro sendero.

Para que, realizando siempre la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en ti.

Enséñanos, Señor, a trabajar por el bien de todos los hombres.

Para que así la Iglesia ilumine a toda la sociedad humana.

Que por nuestra sincera conversión crezcamos en tu amistad.

Y expiemos las faltas cometidas contra tu bondad y tu sabiduría.

Fieles a la recomendación del Salvador digamos con filial confianza:

¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;

danos, hoy,  nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

Oración final:

Concédemos, Señor, la gracia de conocer y practicar siempre el bien; y, pues, sin ti no podemos ni siquiera existir; haz que vivamos siempre según tu voluntad.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

¡Amén!

Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mi no apartes; ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes, y ya  que nos amas tanto como verdadera Madre que eres ,

haz que nos  bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

¡Amén!

Para activar el video con la oración de la mañana dale play

 

 

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