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Laudes I oración de la mañana I jueves 4 de marzo 2021

Laudes

¡Señor, abre mis labios!

¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99

¡Alegría de los que entran en el templo!

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Entrad por sus puertas con acción de gracias,  por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. 

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡Venid adoremos a Cristo, el Señor,  que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!

Himno:

 Pastor que con tus silbos amorosos

me despertaste del profundo sueño.

Tú que hiciste cayado de ese leño,

en que tiendes los brazos poderosos.

Vuelve los ojos a mi fe piadosos,

pues te confieso por mi amor y dueño,

y la palabra de seguirte empeño,

tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,

no te espante el rigor de mis pecados,

pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,

pero ¿cómo te digo que me esperes,

si estás para esperar los pies clavados? 

¡Amén!

Salmodia

¡Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos! 

Salmo 79

Pastor de Israel, escucha,

tú que guías a José como a un rebaño;

tú que te sientas sobre querubines, resplandece

ante Efraín, Benjamín y Manasés;

despierta tu poder y ven a salvarnos.

¡Oh Dios!, restáuranos,

que brille tu rostro y nos salve.

Señor Dios de los ejércitos,

¿hasta cuándo estarás airado

mientras tu pueblo te suplica?

Les diste a comer llanto,

a beber lágrimas a tragos;

nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,

nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,

que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,

expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;

le preparaste el terreno, y echó raíces

hasta llenar el país.

Su sombra cubría las montañas,

y sus pámpanos, los cedros altísimos;

extendió sus sarmientos hasta el mar,

y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca

para que la saqueen los viandantes,

la pisoteen los jabalíes

y se la coman las alimañas?

Dios de los Ejércitos, vuélvete:

mira desde el cielo, fíjate,

ven a visitar tu viña,la cepa que tu diestra plantó

y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego;

con un bramido hazlos perecer.

Que tu mano proteja a tu escogido,

al hombre que tú fortaleciste.

No nos alejaremos de ti:

danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,

que brille tu rostro y nos salve.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos! 

¡Anunciad a toda la Tierra que el Señor hizo proezas! 

Cántico: Isaías 12: 1 – 6 

Te doy gracias, Señor,

porque estabas airado contra mí,

pero ha cesado tu ira

y me has consolado.

Él es mi Dios y salvador:

confiaré y no temeré,

porque mi fuerza y mi poder es el Señor,

él fue mi salvación.

Y sacaréis aguas con gozo

de las fuentes de la salvación.

Aquel día diréis:

Dad gracias al Señor,

invocad su nombre,

contad a los pueblos sus hazañas,

proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,

anunciadlas a toda la tierra;

gritad jubilosos, habitantes de Sión:

«Qué grande es en medio de ti

el Santo de Israel».

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡Anunciad a toda la Tierra que el Señor hizo proezas! 

¡Aclamad a Dios, nuestra fuerza!

 Salmo 80

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;

dad vítores al Dios de Jacob:

acompañad, tocad los panderos,

las cítaras templadas y las arpas;

tocad la trompeta por la luna nueva,

por la luna llena, que es nuestra fiesta.

Porque es una ley de Israel,

un precepto del Dios de Jacob,

una norma establecida para José

al salir  de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:

retiré sus hombros de la carga,

y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,

te respondí oculto entre los truenos,

te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;

¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,

no adorarás un dios extranjero;

yo soy el Señor, Dios tuyo,

que te saqué del país de Egipto;

abre tu  boca y yo la saciaré.

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,

Israel no quiso obedecer:

los entregué a su corazón obstinado,

para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo

y caminase Israel por mi camino!:

en un momento humillaría a sus enemigos

y volvería mi mano contra sus adversarios.

Los que aborrecen al Señor te adularían,

y su suerte quedaría fijada;

te alimentaría con flor de harina,

te saciaría con miel silvestre.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,  

¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén! 

¡Aclamad a Dios, nuestra fuerza!

Lectura breve:

Primera de reyes 8: 51ª, 52 al 53ª

Nosotros somos, Señor, tu pueblo y tu heredad; ten los ojos abiertos ante la súplica de tu siervo, ante la súplica de tu pueblo, Israel, para atendernos siempre que te invoquemos,  pues, entre todas las naciones del mundo, tú nos apartaste como heredad.

Responsorio breve:

Él me librará de la red del cazador.

Él me librará de la red del cazador.

Me cubrirá con sus plumas.

De la red del cazador.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Él me librará de la red del cazador!

Cántico evangélico:

¡Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males!

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre:  Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Cómo era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!

¡Amén!

¡Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males!

Preces:

Celebremos la bondad de Dios, que por Cristo se reveló como Padre nuestro, y digámosle de todo corazón:

Acuérdate, Señor, de que somos hijos tuyos.

Concédenos vivir con toda plenitud el misterio de la Iglesia.

A fin de que nosotros y todos los hombres encontremos en ella un sacramento eficaz de salvación.

Padre, que amas a todos los hombres, haz que cooperemos al progreso de la comunidad humana.

Y que en todo busquemos tu reino con nuestros esfuerzos.

Haz que tengamos hambre y sed de justicia.

Y acudamos a nuestra fuente que es Cristo, el cual entregó su vida para que fuéramos saciados.

Perdona, Señor, todos nuestros pecados.

Y dirige nuestra vida por el camino de la sencillez y de la santidad.

Dirijamos ahora, todos juntos, nuestra oración al Padre y digámosle:

¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; 

danos, hoy,  nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

Oración final:

Señor, tú que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido, atrae hacia ti nuestros corazones y abrázalos en el fuego de tu Espíritu para que permanezcamos firmes en la fe y eficaces en el bien obrar.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

¡Amén!

Dulce Madre, no te alejes; tu vista de nosotros, no apartes; ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes, y ya que nos amas tanto como verdadera madre que eres haz que nos bendiga el Padre el Hijo y el Espíritu Santo.

¡Amén!

Para activar el video con la oración de la mañana dale play

 

 

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