Inicio - Oraciones - Laudes del día - Laudes I oración de la mañana I lunes 17 mayo 2021
Generic filters

Filtro

Laudes I oración de la mañana I lunes 17 mayo 2021

Laudes

Para activar el video con la oración de la mañana dale play

¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 99

¡Alegría de los que entran en el templo!
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Himno:

¡El mundo brilla de alegría! ¡Se renueva la faz de la Tierra! ¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo!

Esta es la hora en que rompe el Espíritu el techo de la tierra, y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende, alegra las entrañas del mundo.

Esta es la fuerza que pone en pie a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo, para hablar con palabras como espadas delante de los jueces.

Llama profunda, que escrutas e iluminas el corazón del hombre: restablece la fe con tu noticia, y el amor ponga en vela la esperanza hasta que el Señor vuelva.

¡Amén!

Salmodia

Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Aleluya.
Salmo 83:
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación.

Cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis, como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones; caminan de baluarte en baluarte hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob. Fíjate, oh Dios, en nuestro escudo, mira el rostro de tu Ungido.

Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria; el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Aleluya.

Pueblos numerosos caminarán hacia el monte del Señor. Aleluya.

Cántico:

Isaías 2, 2-5

Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas.

Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob.

Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.

Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Pueblos numerosos caminarán hacia el monte del Señor. Aleluya.

Decid a los pueblos: el Señor es Rey. Aleluya.

Salmo 95:

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones; porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: el Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente.

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Decid a los pueblos: el Señor es Rey. Aleluya.

Lectura breve:

Rm 10, 8b-10
La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación.

Responsorio breve:

El Señor ha resucitado del sepulcro. El Señor ha resucitado del sepulcro. Él,que por nosotros colgó del madero. Ha resucitado del sepulcro. Gloria al Padre,y al Hijo, y al Espíritu Santo. El Señor ha resucitado del sepulcro.

Cántico evangélico:

En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo. Aleluya.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo. Aleluya.

Preces:

Bendigamos a Cristo, que nos prometió enviar desde el Padre, en su nombre, el Espíritu Santo, y supliquémosle, diciendo:
Señor, danos tu Espíritu.
Te damos gracias, Señor Jesús, y por medio de ti, bendecimos también al Padre en el Espíritu Santo.
Y te pedimos que hoy todas nuestras palabras y obras sean según tu voluntad.
Concédenos vivir de tu Espíritu.
Para ser de verdad miembros vivos de tu cuerpo.
Haz que no juzguemos ni menospreciemos a ninguno de nuestros hermanos.
Pues todos tenemos que comparecer para ser juzgados ante tu tribunal.
Colma nuestra fe de alegría y paz.
Para que, con la fuerza del Espíritu Santo, desbordemos de esperanza.

Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Oración final:

Derrama, Señor, sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras obras.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!

Dame tus ojos, Madre, para saber mirar, si miro con tus ojos jamás podré pecar; dame tus labios, Madre, para poder rezar, si rezo con tus labios Jesús me escuchará; dame tus manos, Madre, que quiero trabajar, entonces mi trabajo valdrá una eternidad; dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad, cubierto con tu manto al cielo he de llegar; dame tu cielo, Madre, para poder gozar, si tú me das el cielo, ¿qué más puedo anhelar?; dame a Jesús, ¡oh Madre!, para poder amar, esta será mi dicha por una eternidad.

¡Amén!

 

 

Loading