Laudes
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¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 94:
Invitación a la alabanza divina.
Aclamemos al Señor, al celebrar la Visitación de santa María Virgen.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Aclamemos al Señor, al celebrar la Visitación de santa María Virgen.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las cimas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Aclamemos al Señor, al celebrar la Visitación de santa María Virgen.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Aclamemos al Señor, al celebrar la Visitación de santa María Virgen.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masah en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Aclamemos al Señor, al celebrar la Visitación de santa María Virgen.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.
Aclamemos al Señor, al celebrar la Visitación de santa María Virgen.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Aclamemos al Señor, al celebrar la Visitación de santa María Virgen.
Himno:
Y salta el pequeño Juan en el seno de Isabel. Duerme en el tuyo Jesús. Todos se salvan por él.
Cuando el ángel se alejó, María salió al camino. Dios ya estaba entre los hombres. ¿Cómo tenerle escondido?
Ya la semilla de Dios crecía en su blando seno. Y un apóstol no es apóstol si no es también mensajero.
Llevaba a Dios en su entraña como una preeucaristía. ¡Ah, qué procesión del Corpus la que se inició aquel día!
Y, al saludar a su prima, Juan en el seno saltó. Que Jesús tenía prisa de empezar su salvación.
Desde entonces, quien te mira siente el corazón saltar. Sigues salvando, Señora, a quien te logre encontrar.
¡Amén!
Salmodia
María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá. Aleluya.
Salmo 62,2-9:
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá. Aleluya.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre y se llenó Isabel del Espíritu Santo. Aleluya.
Cántico:
Daniel 3,57-88.56
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre y se llenó Isabel del Espíritu Santo. Aleluya.
Dichosa tú, María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.
Salmo 149:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos.
Para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Dichosa tú, María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.
Lectura breve:
Joel 2,27-3,1
Sabréis que yo estoy en medio de Israel, el Señor, vuestro Dios, el Único, y mi pueblo no será confundido jamás. Después de eso, derramaré mi Espíritu sobre toda carne: profetizarán vuestros hijos e hijas.
Responsorio breve:
El Señor la eligió y la predestinó. El Señor la eligió y la predestinó. La hizo morar en su templo santo. Y la predestinó. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. El Señor la eligió y la predestinó.
Cántico evangélico:
Cuando Isabel oyó el saludo de María, dijo a voz en grito: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!
Cuando Isabel oyó el saludo de María, dijo a voz en grito: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Preces:
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Oh Sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente, haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Concédenos, Señor, imitar a María, tu madre, que escogió la mejor parte, buscando el alimento que perdura hasta la vida eterna.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Salvador del mundo, que, con la eficacia de tu redención, preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado, líbranos a nosotros de toda culpa.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Redentor nuestro, que hiciste de la Virgen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo, haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Oración final:
Dios todopoderoso, tú que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!
Dulce Madre, no te alejes; tu vista de nosotros, no apartes; ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes, y ya que nos amas tanto, como verdadera madre que eres, haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
¡Amén!