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Laudes I oración de la mañana I lunes 8 febrero 2021

I semana del salterio.

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Laudes

¡Señor, abre mis labios!

R/: ¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 94:

Invitación a la alabanza divina

¡Entremos a la presencia del Señor dándole gracias!

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;

Entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

R/: ¡Entremos a la presencia del Señor dándole gracias!

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses:

Tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes;

Suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.

R/: ¡Entremos a la presencia del Señor dándole gracias!

Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.

R/: ¡Entremos a la presencia del Señor dándole gracias!

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;  cuando vuestros padres me pusieron a prueba

Y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

R/: ¡Entremos a la presencia del Señor dándole gracias!

Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije:

«Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.»»

R/: ¡Entremos a la presencia del Señor dándole gracias!

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

¡Entremos a la presencia del Señor dándole gracias!

Himno:

Mis ojos, mis pobres ojos que acaban de despertar
los hiciste para ver, no sólo para llorar.

Haz que sepa adivinar entre las sombras la luz,

que nunca me ciegue el mal ni olvide que existes tú.

Que, cuando llegue el dolor, que yo sé que llegará,

no se me enturbie el amor, ni se me nuble la paz.

Sostén ahora mi fe,  pues, cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré y mi llanto cesará. Amén.

Salmodia:

¡A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz!

Salmo 5: versículo 2 al 10. 12 al 13.

Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos,

haz caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío.

A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz,

por la mañana te expongo mi causa, y me quedo aguardando.

Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped,

ni el arrogante se mantiene en tu presencia.

Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos;

al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor.

Pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa,

me postraré ante tu templo santo con toda reverencia.

Señor, guíame con tu justicia, porque tengo enemigos; alláname tu camino.

En su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso;

su garganta es un sepulcro abierto, mientras halagan con la lengua.

Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno;

protégelos, para que se llenen de gozo los que aman tu nombre.

Porque tú, Señor, bendices al justo, y como un escudo lo rodea tu favor.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

¡A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz!

¡Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso!

Cántico:

Primera de Crónicas, capítulo 29, versículos 10 al 13.

Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor, la majestad,

porque tuyo es cuanto hay en el cielo y tierra, tú eres rey y soberano de todo.

De ti viene la riqueza y la gloria, tú eres Señor del universo,

en tu mano está el poder y la fuerza, tú engrandeces y confortas a todos.

Por eso, Dios nuestro, nosotros te damos gracias, alabando tu nombre glorioso.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

¡Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso!

¡Postraos ante el Señor en el atrio sagrado!

Salmo 28:

Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor,

aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria ha tronado.

El Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica,

la voz del Señor descuaja los cedros, el Señor descuaja los cedros del Líbano.

Hace brincar al Líbano como a un novillo, al Sarión como a una cría de búfalo.

La voz del Señor lanza llamas de fuego, la voz del Señor sacude el desierto,

el Señor sacude el desierto de Cadés.

La voz del Señor retuerce los robles, el Señor descorteza las selvas.

En su templo un grito unánime: ¡Gloria!

El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno.

El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

¡Postraos ante el Señor en el atrio sagrado!

Lectura breve:

Segunda de Tesalonicenses, capítulo 3, versículo 10b al 13:

El que no trabaja, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada.

Pues a ésos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan.

Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de hacer el bien.

Responsorio breve:

Bendito el Señor ahora y por siempre.

Bendito el Señor ahora y por siempre.

El único que hace maravillas.

Ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Bendito el Señor ahora y por siempre.

Cántico evangélico:

¡Bendito sea el Señor, Dios nuestro!

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo!

R/: ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!, ¡Amén!

¡Bendito sea el Señor, Dios nuestro!

Preces:

Proclamemos la grandeza de Cristo, lleno de gracia y del Espíritu Santo, y acudamos a él, diciendo:

¡Concédenos, Señor, tu Espíritu!

Concédenos, Señor, un día lleno de paz, de alegría y de inocencia,

para que, llegados a la noche, con gozo y limpios de pecado, podamos alabarte nuevamente.

Que baje hoy a nosotros tu bondad,

y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Muéstranos tu rostro propicio y danos tu paz,

Para que durante todo el día sintamos cómo tu mano nos protege.

Mira con bondad a cuantos se han encomendado a nuestras oraciones

y enriquécelos con toda clase de bienes del cuerpo y del alma.

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración:

Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

¡El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna!

¡Amén!

Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.

Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra; vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos y después de este destierro,

Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, Oh clemente, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María.

 

 

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