Laudes
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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!
Salmo 99
¡Alegría de los que entran en el templo!
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría; entrad en su presencia con aclamaciones.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
¡Venid adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió!
Himno:
Edificaste una torre para tu huerta florida; un lagar para tu vino y, para el vino, una viña.
Y la viña no dio uvas, ni el lagar buena bebida: solo racimos amargos y zumos de amarga tinta.
Edificaste una torre, Señor, para tu guarida; un huerto de dulces frutos, una noria de aguas limpias, un blanco silencio de horas y un verde beso de brisas
Y esta casa que es tu torre, este mi cuerpo de arcilla, esta sangre que es tu sangre y esta herida que es tu herida te dieron frutos amargos, amargas uvas y espinas.
¡Rompe, Señor, tu silencio, rompe tu silencio y grita! Que mi lagar enrojezca cuando tu planta lo pisa, y que tu mesa se endulce con el vino de tu viña.
¡Amén!
Salmodia:
¡Para ti es mi música, Señor, voy a explicar el camino perfecto!
Salmo 100:
Voy a cantar la bondad y la justicia, para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto: ¿cuándo vendrás a mí?
Andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa; no pondré mis ojos en intenciones viles.
Aborrezco al que obra mal, no se juntará conmigo; lejos de mí el corazón torcido, no aprobaré al malvado.
Al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar; ojos engreídos, corazones arrogantes no los soportaré.
Pongo mis ojos en los que son leales, ellos vivirán conmigo; el que sigue un camino perfecto, ese me servirá.
No habitará en mi casa quien comete fraudes; el que dice mentiras no durará en mi presencia.
Cada mañana haré callar a los hombres malvados, para excluir de la ciudad del Señor a todos los malhechores.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!, ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
¡Para ti es mi música, Señor, voy a explicar el camino perfecto!
¡No apartes de nosotros tu misericordia, Señor!
Cántico:
Daniel 3
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, digno de alabanza y glorioso es tu nombre.
Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos, y justos todos tus juicios.
Porque hemos pecado y cometido iniquidad apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido. Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abraham, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la Tierra a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro. ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!, ¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
¡No apartes de nosotros tu misericordia, Señor!
¡Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo!
Salmo 143, 1 – 10
Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea.
Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?; ¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende; toca los montes, y echarán humo; fulmina el rayo y dispérsalos; dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de los extranjeros, cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: para ti que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
¡Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo!
Lectura breve:
Joel 2, 12 – 13
Convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad, y se arrepiente de las amenazas.
Responsorio breve:
Él me librará de la red del cazador. Él me librará de la red del cazador. Me cubrirá con sus plumas. De la red del cazador. ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Él me librará de la red del cazador!
Cántico evangélico:
El que me ha curado es quien me ha dicho: “toma tu camilla y echa a andar”.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!,
¡Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos!
¡Amén!
El que me ha curado es quien me ha dicho: “toma tu camilla y echa a andar”.
Preces:
Demos gracias a Dios, nuestro Padre, que nos dio a su Hijo unigénito, Palabra hecha carne para que vivamos de ella, e invoquémosle diciendo:
Que la palabra de Cristo habite en nosotros con toda su riqueza.
Concédenos escuchar con más frecuencia tu palabra en este tiempo cuaresmal.
Para que, en la gran solemnidad que se avecina, nos unamos con mayor fervor a Cristo, nuestra Pascua.
Que tu Espíritu Santo nos asista.
Para que seamos testigos de tu verdad y de tu bondad ante los vacilantes y equivocados.
Concédenos vivir más profundamente el misterio de Cristo.
Para que podamos dar testimonio de él con más fuerza y claridad.
En este tiempo de penitencia, Señor, renueva y purifica a tu Iglesia.
Para que se manifieste con más claridad como signo de salvación.
Ya que Dios nos muestra siempre su amor de Padre, velando amorosamente por nosotros, nos atrevemos a decir:
¡Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!
Oración final:
Te pedimos, Señor, que las prácticas santas de esta Cuaresma dispongan el corazón de tus fieles para celebrar dignamente el misterio pascual y anunciar a todos los hombres la grandeza de tu salvación.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!
El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!
Madre del Redentor, Virgen Fecunda, Puerta del Cielo: siempre abierta, Estrella del Mar ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar; ante la admiración de cielo y tierra engendraste a tu Santo Creador y permaneces, siempre virgen; recibe el saludo del ángel Gabriel y ten piedad de nosotros, pecadores.
¡Amén!