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Laudes I oración de la mañana I martes 18 mayo 2021

Laudes

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¡Señor, abre mis labios!
¡Y mi boca proclamará tu alabanza!

Salmo 94:

Invitación a la alabanza divina.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las cimas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masah en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.
A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

A Cristo, el Señor que nos prometió el Espíritu Santo, venid adorémosle. Aleluya.

Himno:

¡El mundo brilla de alegría! ¡Se renueva la faz de la tierra! ¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo!

Esta es la hora en que rompe el Espíritu el techo de la tierra, y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende, alegra las entrañas del mundo.

Esta es la fuerza que pone en pie a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo, para hablar con palabras como espadas delante de los jueces.

Llama profunda, que escrutas e iluminas el corazón del hombre: restablece la fe con tu noticia, y el amor ponga en vela la esperanza hasta que el Señor vuelva.

¡Amén!

Salmodia:
Tú nos devuelves la vida, y tu pueblo, Señor, se alegra contigo. Aleluya.

Salmo 84:

Señor, has sido bueno con tu tierra, has restaurado la suerte de Jacob, has perdonado la culpa de tu pueblo, has sepultado todos sus pecados, has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.

Restáuranos, Dios Salvador nuestro; cesa en tu rencor contra nosotros. ¿Vas a estar siempre enojado, o a prolongar tu ira de edad en edad?

¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón.

La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra; la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan.

La fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo; el Señor dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Tú nos devuelves la vida, y tu pueblo, Señor, se alegra contigo. Aleluya.

Confiamos en el Señor, él nos ha dado la paz. Aleluya.

Cántico:

Isaías 26,1-4.7-9.12

Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes.

Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti.

Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua.

La senda del justo es recta. Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo.

Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de la tierra, y aprenden justicia los habitantes del orbe.

Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Confiamos en el Señor, él nos ha dado la paz. Aleluya.

La tierra ha dado su fruto, que canten de alegría las naciones. Aleluya.

Salmo 66:

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la Tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

La tierra ha dado su fruto, que canten de alegría las naciones. Aleluya.

Lectura breve:

Hch 13,30-33
Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Durante muchos días se apareció a los que lo habían acompañado de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. Nosotros os anunciamos que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.

Responsorio breve:

El Señor ha resucitado del sepulcro. El Señor ha resucitado del sepulcro. Él que por nosotros colgó del madero. Ha resucitado del sepulcro. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
El Señor ha resucitado del sepulcro.

Cántico evangélico:

Ha resucitado el Señor de entre los muertos, como lo había predicho; alegrémonos y regocijémonos, porque reina eternamente. Aleluya.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre: Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Ha resucitado el Señor de entre los muertos, como lo había predicho; alegrémonos y regocijémonos, porque reina eternamente. Aleluya.

Preces:

Glorifiquemos a Cristo, el Señor, que nos prometió enviar desde el Padre el Espíritu Santo, y supliquémosle, diciendo:
Señor Jesucristo, danos tu Espíritu.
Que tu palabra, oh Cristo, habite entre nosotros en toda su riqueza.
Para que te demos gracias con salmos, himnos y cánticos, inspirados por el Espíritu.
Tú que por medio del Espíritu nos hiciste hijos de Dios.
Haz que, unidos a ti, invoquemos siempre a Dios como Padre, movidos por el mismo Espíritu.
Haz que obremos guiados por tu sabiduría.
Y que realicemos siempre nuestras acciones a gloria de Dios.
Tú que eres compasivo y misericordioso.
Concédenos estar en paz con todo el mundo.

Ya que deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que a todos llegue el reino de su Hijo:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos, hoy, nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Oración final:

Te pedimos, Dios de poder y misericordia, que envíes tu Espíritu Santo, para que, haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
¡Amén!

Bendíceme, oh María Auxiliadora, que tu bendición santísima permanezca en mi, en la noche y en día, en la alegría y en la tristeza, en el trabajo y en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte y durante la eternidad. ¡Oh bendición de María Auxiliadora! dichoso quien te la pide, recibe y guarda, después de obtenerla aquí en la tierra la lleve en su último suspiro como prenda de vida eterna.
María , auxilio de los cristianos, rogad por nosotros.

¡Amén!

 

 

 

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